lunes, 20 de enero de 2014
Salvar personas, NO
Sería más útil simplemente no condenarlas. No llegar a la tesitura de tener que ser salvados. Me parece por lo demás una forma burda de vender un slogan, después de comparar a las personas, a nosotros, con la prima de riesgo. Primero, la prima, después, ustedes. Y en nuestra cara. No me salven. Me vale con que no me sentencien. Con que arbitren donde toca. En las cláusulas que los juzgados dicen que no son legales, pues que intervengan. Hay contratos hipotecarios que han derivado en ejecuciones de desalojo con primas que no son legales. Primero, esas primas... Y seguirán vivos los que pretenden salvar, legalmente a salvo, donde deben estar. Que el sistema garantice. Es para eso. Que convenza. Que protega. no salve... Proteger. Crear un ámbito de seguridad, unas reglas del juego. Hace un lustro se oía sin parar esa expresión: las reglas del juego. Ahora no se oye nunca. Leí un artículo de Muñoz Molina, en su blog creo. Los escribidores de políticos, los sastres de los discursos, que al parecer el de Úbeda se ganó las habichuelas en los comienzos dándole palabras a los mandatarios, pues tenían su sello de autor, su frase identificativa, la expresión que el ponente acababa haciendo suya y era su tópico, su muletilla... Quizá las reglas de juego fueran la firma de algún escribidor de notable dirigente y lo mismo, ahora está en el paro. O el mandatario ya no manda. El caso. Puede ser que hayan cambiado las reglas. Puede ser que solo haya un regla, como en el Monopoly o en la ruleta: la Banca siempre gana. Eso es todo. Siempre ganan. Esa es la única regla. O lo que parece todavía peor, ya no hay juego. Que es lo que me da a la nariz. Que la cosa está parada, quieta... Muerta de miedo. Salvar personas no es algo de lo que se pueda presumir. Es la omisión de socorro la que nos debe avergonzar. Esos patrones de comunicación aterran. Ese nivel de palabrería tan basto, tan poco claro. Salvar personas se hace cuando vuelca un cayuco, cuando les avistan a pocas millas de la costa y se tiran al agua. A los que se rajan en la concertina, eso es salvar. Al que sangra. Al que se ahoga. A esos se les salva. A un atropellado, por ejemplo. Es que alerta esa política de comunicación, es atrevida. La frase no sé si es ´más valiente o estúpida. Da miedo que no le teman al vértigo. Al evidente o esperable reproche, a la reprobación de los contrarios. Es arriesgada, o así lo veo, tomar partido de esa forma. Salvar personas... Supongo que el concepto habrá pasado un par de filtros antes de convertirse en lema en la voz de González Pons. Que eso se consensua. No me da que sea una ocurrencia, una opinión. Una iluminación made in Pons. No. Es una consigna. Es lo grave. Decir: Vamos a salvar a las personas.. Te puedes esperar lo peor. Y en la situación que sufre el país. Da miedo el buen propósito. Las tumbas están llenas, ya saben, de buenas intenciones. No es que nos salven, es que no nos ahoguen, es otra cosa lo que se les pide. Unos cimientos, unas mimbres. Un país de salvapatrias, no. Un país de salvadores, los que administran el bote común nos van a salvar, ¿en serio? No me imagino ese mensaje lanzado a la opinión pública de otros países, como EE. UU. o Francia. ¿Cómo recibirían esas buenas intenciones allende nuestras fronteras? No nos salven. Bueno, en los casos extremos... En eso, sí, claro. Eso son casos de auxilio que necesitan una respuesta inmediata y no tiene que ver con la situación que se vive en muchos hogares españoles en los que falta solo una cosa, empleo. Trabajo. Nómina. Sueldo. Paga. Dignidad.
No necesitan ser salvados, del mismo modo que no necesitan de la caridad. Necesitan que se sigan respetando las reglas del juego, que se citaban tanto con las vacas gordas, y a las que nos debemos remitir. Hay menos juego, de acuerdo, pero que no cambien las reglas. Las reglas. Todos somos iguales antes las reglas. Todos somos iguales ante la miseria. Todos somos iguales ante la dignidad. Todos somos iguales en nuestro primer día de trabajo.
No nos salven, basta con que nos respeten.
No nos salven, es suficiente con que no pisoteen los derechos adquiridos tras generaciones.
No nos salven, ni se salven ustedes, o sus hijos, o primos, cónyuges, sobrinos, cuñados, yernos...
No nos salven, respeten al débil.
No nos salven, inviertan en el futuro que se merecen los que vendrán, las mismas oportunidades de las que disfrutaron ustedes.
No nos salven, limítense a no condenarnos con sus políticas.
No nos salven o sí, háganlo pero yéndose.
Los que diseñan esas campañas de comunicación, por favor, ¡que se vayan!
Porque me ofenden.
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