Miren ustedes, a mí casi todo me da lo mismo, pero de vez en cuando, tiendo a preocuparme en exceso por cuestiones que en apariencia y probablemente en esencia, son bastante estúpidas. Me preocupa la información, en general. Porque me dedico o me dedicaba a ella y porque creo que es el principal signo de humanidad que nos hace menos monos, lo de dar noticias de modo sistemático y ser capaces de archivarlas o comentarlas o recordarlas o envolver los churros con ellas.
El caso es que la información es todo.
Desde la genética a la rosa, hay información para todo tipo de monos y menos monos.
Entre los más próximos a los homínidos están los que devoran la información deportiva con voracidad. Y ya he hablado con frecuencia en el blog de información deportiva, yo que no me pongo un chándal desde hace más de veinte años. Pero me interesa porque hay libertad, bastante libertad, en los actuales cánones que la rigen y además de espúreos intereses que la dominan, también hay creatividad y pasión y desmanes y locura y un poco de todo. El todo es lo que más me pone.
Ahora bien, de un tiempo a esta parte, percibo que el forofismo crece sin límites y campa a sus anchas en todos los medios de comunicación en torno al tema éste del deporte. Alguien tenía que decirlo y aquí estoy yo. En particular, el forofismo en el fútbol que es lo que más páginas roba en los periódicos y minutos en prensa o radio al resto de disciplinas en las que también se suda. Acabo de pensar en si es posible que existan forofos, por ejemplo, en el atletismo. Defensores a ultranza de los saltadores de pértiga y que se batan el cobre con los defensores de los lanzadores de martillo, o las agrias polémicas entre saltadores de altura o longitud. Aunque no es el caso que nos ocupa. El forofismo necesita de equipos. El atletismo se define sobre todo por ser un esfuerzo individual, lo respeto por eso principalmente y en sus múltiples especialidades no existen colores. Los colores son los que lo emborronan todo, curiosamente. Volvemos al todo, aunque lo que interesa realmente es la parte. Concretamente ser parte. Arte y parte, aunque el arte tiene poca cabida en todo lo relacionado con el deporte, por más que muchos plumillas se excesan en su uso de los adjetivos.
Vayamos al asunto. A mí que Tomás Roncero participe en un programa de televisión, concretamente Punto Pelota, con una bufanda del Real Madrid C. F. al cuello me parece que es como para preocuparse aunque es mucho más preocupante que escriba sus columnas o sus reportajes con esa misma bufanda puesta, sea visible o invisible si me permiten la licencia poética. Diría aún más, que es todavía peor que tener la bufanda rodeándole el cuello, que la lleve alrededor del cerebro o, si me permiten más poesía, anundándole el corazón. Y valga lo dicho para cualquier otro periodista de cualquier otro equipo. Si las bicicletas son para el verano, las bufandas son para el invierno. El asunto es, si te atreves a salir en pantalla con la bufanda puesta, qué no harás en la intimidad de tu escritorio en la redacción mientras pergeñas tus columnas. Y, ¿qué? Se preguntará el lector descreído y poco audaz. ¿Qué más da? Todos los periodistas tienen equipo. Todos los periodistas tienen sus colores. Vale, de acuerdo. Es verdad. Es lógico, incluso es mérito reconocerlo pero deberían pensar desde el trasparente a la hora de escribir sus informaciónes, color neutro o color carne. Porque sino lo que nos sacan es los colores a nosotros, los lectores, pero de pura vergüenza ajena.
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