Después de leer "Desgracia" de J. M.. Coetzee la sensación que se queda en la mente y en el ánimo es de un profundo desasosiego.
Tiene lo que se le pide a todas las novelas, te coge de las solapas y no te suelta. El tono narrativo que alterna a un observador neutro y salvaje en ocasiones, como la misma sociedad que describe, con los retazos del pensamiento del protagonista, David Laurie, te llevan a un territorio de estimulante amoralidad. Unas reflexiones, perfectamente engarzadas en el texto, que consiguen ponernos en su lugar, sufriendo en algunos pasajes por la identificación con el personaje y su cambiante orden de valores. también puede parecernos simplemente un "viejo verde" el profesor universitario de 53 años que se autodenomina así en el texto en una ocasión y se justifica diciendo que actúa como "sirviente de Eros". Una actitud embriagada e irresponsable que todos tenemos o podemos tener en algún momento pero que si no nos convence en los primeros capítulos, no nos convencerá más adelante.
Es un libro sobre muchos temas, para mí destaca el egoismo.
Por supuesto, habla de racismo, habla de Sudáfrica, habla de la vejez, del paso del tiempo, del amor pero los personajes son sobre todo, egoistas.
Asusta pensar en la moraleja del libro, y ni eso ni el final me gustaron absolutamente nada, pero tengo que destacar el ritmo. Es trepidante. Perfecto el mecanismo, la voz del narrador va cambiando a medida que la trama gana en dureza y calado. La estructura de la novela es impecable. Las situaciones se suceden con una perfecta continuidad y desde la primera escena, de sexo por cierto, la trama te mantiene pegado a la página siguiente. Me gusta de Coetzee y creo que es lo que lo convierte en "grande", la forma en la que nos enfrenta a ideas sencillas y las contrapone. En el capítulo 7, un ejemplo (cuando David Laurie ve a su hija por primera vez, que vive en una granja en el campo): "Ella tampoco tiene las uñas demasiado limpias. Suciedad del campo: es algo en el fondo honorable, supone". No es la mejor muestra pero ahí está. Suciedad honorable. Esa fórmula se repite en muchas ocasiones, enfrentándonos a dilemas morales de mayor calado que la higiene de las uñas.
Otra cosa a comentar, la fuerza narrativa que nace de la incomunicación entre los personajes. El padre no entiende a la hija. La hija no entiende al padre. la ex mujer no entiende a su ex marido. La sociedad no entiende al individuo. El individuo no entiende a los que le rodean.
Pequeños detalles. El hecho de que su hija no le llame "Papá" nunca. Simplemente, David. Marca una distancia entre ellos que llega a ser dolorosa.
Los diálogos son duros, reales y certeros. Abunda el diálogo sin que los personajes terminen nunca de decir lo que piensan realmente, que se intercala en párrafos instrospectivos en otro hallazgo. Es posible que si no comulgamos con la voz de Laurie no entremos en ese juego del narrador.
En cualquier hace buena la máxima de menos es más y las escenas que no muestra pero se supone el lector, son mucho más vívidas en la imaginación que si las describiera con detalle.
Un libro perfectamente construido como narración, que creo que se resuelve regular y para mi gusto, abusa de referencias a Byron que no creo que realmente funcionen, aunque cohesionan la impresión global de "Desgracia". Suciedad honorable. Contradicciones llenas de sentido. Recomendado.
Voy a empezar a leer "Infancia", la primera novela de la serie autobiográfica del mismo autor. A ver qué tal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario