domingo, 16 de junio de 2024

Puertas cerradas ventanas ciegas

 Las letras y los acordes entran por puertas distintas. En mi caso. Puertas cerradas. Ventanas ciegas. Últimamente se me ocurren frases. Ideas desparejadas. Vienen como relámpagos. Solo palabras. Destellos. Tampoco es que sean gram cosa, solo que vienen a ráfagas. De repente. Y sin previo aviso. Pocas llegan a ser algo serio. Con cuerpo. Con desarrollo. Esbozos de slogans sentimentales. Lo escribo. En borradores del correo electrónico. Sueltas. Según vengan. Conforme lleguen. Sin venir a cuento. No sirven para mucho pero las apunto. En mi opinión, si una canción es buena no tienes ni que escribirla. Llega a la mente y no se va. Se instala como un inquilino inoportuno y se queda adherida al cerebro en un tarareo involuntario. Se escriben las malas. Las que no valen. Acumuló de medianias. Diógenes de material a desechar. No es que sean grandes ideas, es morralla más bien. Fondo de armario para cuando no se me ocurra qué decir. A menudo. No suele funcionar haciéndolo así. Define funcionar antes, claro. No funciona de ninguna manera. En mi caso. Puertas desvencijadas. Ventanas en trozos. Cabeza en ruinas. Pero apuntarlo, lo apunto. Quizás por eso. Sin confianza ninguna pero en borradores. O funciona con su propio mecanismo o es para nada. Las mejores canciones vienen como a la fuerza. Pegan un manotazo en la mesa. No esperan turno. Arrasan en su sencillez. No sé salen de la cabeza y encajan por si mismas. Sin necesitar que se retuerza una palabra. Sin esperar al estribillo para que todo cuadre. Lo consagra el ritmo. Un buen ritmo. No piden artificios o vuelta de tuerca. Giran solas y se enroscan en la memoria.


Hoy es un día raro. Aún no he desayunado. Tengo hambre. Quiero churros con chocolate. Estoy en el límite del horario. Hay un sitio en el pueblo que pone churros por la tarde. O tiene un cartel en el que prometen eso. Estoy cansado. Duermo mal. Un insomnio impuntual que algunos días no aparece y otras tardes te arruina la semana completa. Cuerpo de derribo. Puertas con pestiño. Ventanas con cortina echada.. Voy mal de ritmo en mi rutina de sueño que nunca lo es. Un buen ritmo aunque sea descompasado a de los demás. Nocturno pero coherente. Bueno de últimas . El ritmo lo tengo jodido. De sueño y de sueños. De organización de párrafos y de ideas y conceptos en ellos, también. Un buen ritmo. O un ritmo normal. Un ritmillo en una canción que lo encauza todo. Es la frase bálsamo pero también la progresión armónica. Y el impulso. Hay un cierto vertigo en lanzarse a la creación. Una imprudencia de decir algo nunca dicho. Y no todos los días llevan ese componente de los colisión con la nada. De aminorar el vacío. De darle forma.


Era mejor plantearlo como un diario. Ayer fue un día en blanco. No dormí apenas y me fui con el coche sin pegar ojo a pasar la inspección técnica. Resultado negativo. Lo esperaba. Con la tensión pues la noche fue horrible e interminable. Ando calibrando el siguiente paso. Parálisis por análisis. Con esa veta quiero sacar un tema. Tiene rima rara. No convence del todo. Le pegan silencios por sorpresa. Estoy cansado pero con la falsa creencia que escribir me alivia. Me destensa. A pesar de la mala posición. A pesar del dolor de espalda. Los dolores encajan mejor en el diario. En ayer. En anteayer. En hace un año. En hace tres. Y encontrarse en ello. Reconocer algo. Patrones. Un diario de sueños. Un cuaderno con pesadillas en forma de poesía. Un cuarto sin ventanas. Puertas cerradas. Y la llave en forma de palabras. Y las mañanas del mañana ya serán.

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