Es que muchas veces me vengo al blog sin tener muy claro de que quiero hablar y le doy a entrada nueva realmente una salida. Salida nueva. Y luego lees las erratas o simplemente la construcción nula y la deriva errática de pensamientos y asoma cierta verguenza. Claro que por otro lado al ser como un diario y mezclarse las sensaciones con los días y las ideas con la palabrería, pues todo acaba siendo relativamente poco importante y hay una convicción plena en que más vale hacer, que dejar no hecho. Puede que cuando más me muestro, cuando más lo uso de espejo el blog menos interesante sea de leer y no negaré que siento a veces la tentación de contar otras cosas, hacer ránkings, directamente entregarme a las estupideces o a las poesías, escribir en verso o trenzar algo así como teleseries, fotonovelas... Al final todos quieren saber del amor.
En todas las historias hay un él y un ella: todaos quieren verlos bailar.
Es que en el fondo nos buscamos en las historias de otros: especialmente en las películas, pero también en las canciones, en las letras, en las ilustraciones, en los cómics, en las historietas, en las rimas asonantes, en los trinos aleatorios, en los trucos infantiles, en las cenas con velas, en todos los clichés que vimos y no vivimos, en los blogs personales...:
Quieren verte sufrir.
Es mi teoría.
El sadismo del espectador no es nunca lo suficientemente bien ponderado. Manda en todo. Es lo que se impone. Ver al héroe desfallecer o comprobar cómo el antihéroe se lleva su merecido, que todo sea injusto y así se exlique convenientemente su cobardía. A veces huimos sin saberlo. Yo me fijo. Me pasa. Y me dijo: Estoy huyendo ahora mismo. No lo sé. Me cuesta darme cuenta.Porque a veces se huye hacia detrás y a veces hacia delante. Se huye en todas direcciones. O yo diría que soy capaz de ello. Soy lo bastante cobarde como para eso.
Pasa que muchas veces lees esto con el tiempo y lo mínimo es una arcada tamaño tsunami. Por un lado por el fondo pero casi siempre lo que ruboriza es el modo. Esa forma así como cercana de manosear las miserias cotidianas. De no darle importancia a nada. De perder tiempo en tonterias. De buscarnos en los rastros de canciones, de letras, de rimas... De poesía, buscarnos en los poesías. Pues eso. Lo que suena así tan prosaico y tan especial. Tan etéreo. Suele ser lo más ridiculo cuando pasa el tiempo. Huir de lo cursi se me da mal. Al final suele ocurrir que estas divagaciones acaban en borrador y añadiría que muy merecidamente. Otras veces sirven para hacer bulto, para que los días se emborronen y las salidas de tono no destaquen mucho. Al final son las únicas salidas con las que llegó a toparme cuando le doy rienda suelta a la verbigracia de las yemas. Porque esto tiene que ver con un ritmo. Con oir el repiqueteo de cada palabra que es como el leve paso de un gato, Y las almohadilla que es cada letra va acomodando la ansiedad. Que es otra de las cosas para las que uno se pone a golpear el teclado. Al final es tu aburrimiento el que habla en tu nombre y os aseguro que me gustaría hablar de cosas más interesantes, sin tener muy claro cuáles son. Cotilleos. De unos que se van con otras, y otras con unos, puede que eso fuera más picante. Ojalá tuviera yo ese salseo en estas sosas entradas que hablan de nada. Sería mucho mejor. O hablar de sexo. Que me daría visitas. Porque esto es para que la gente lo visite. Es como tener la casa sin barrer durante un mes y que venga tantos invitados que te falten sillas. Siento que al blog le falta asiento. Que está todo manga por hombre. Que, en parte, es así como lo quiero y que me cansa leerlo al tiempo, o sea que mal, mal hecho. Poesía mal hecha en el mejor de los casos, que lo mismo es tierna pero que no se explica. A un amigo le decía que todo lo que me pasa es por culpa de mi perfil bajo en instagram. Me quedé en las fotos de gatos, comida y plantas. Plantas crasas. Me flipan las plantas crasas. Si pudiera compraría una cada día, no hay dos iguales. En el blog pongo fotos. Los blogs sobre tareas de jardineria con consejos útiles, o de huertas, sí que me dan envidia. A mí me gusta que en el mío entre un poco de todo, porque es precisamente la mezcla de temas que me interesa, pero la contribución al conocimiento del ciberespacio es basicamente nula. Es lo típico de lo que te arrepentirías en tu leho de muerte. De haber divagado, de haber tenido un blog sin sustancia, de no haberle dicho a alguna que si quería que se lo comieras, de haberte llevado alguna cobra, de intentarlo en suma, es de eso de lo que uno no se arrepiente en el lecho de muerte, Vi no hace el documental de Gondry sobre Chomsky que me pareció una patraña absoluta, el de los dibujitos, pero una idea me llamó la atención. Los cientificos trabajan en base al error. Se dedican a equivocarse. Que es algo con lo que inevitablemente me sentí identificado. Expertos en dilucidar secuencias entre los distintos errores a los que se enfrenta y esa idea, la del error cotidiano, la del fallo como materia prima, me hizo sentir bien por dos segundos, hace tiempo que no me siento bien ni cinco segundos seguidos.
El mundo sigue sin nosotros con una pasmosa facilidad. Somos una mota de polvo y sé de lo que hablo porque mi casa está arriba de existencialismo y de motas de polvo. Somos poco. Duramos poco. Hacemos muchas cosas pero la mayoría de ellas, manque no pese, importan poco. Que lo mismo no es culpa nuestra ni hay que mirar hacia la trascendencia. Lo de la trascendencia es una ridiculez en este mucndo cada día más mezquino y desigual. Es como la mitocondria de la mota de polvo y es así como me siento, como lo más diminuto, divagando aquí de madrugada y luego, por dos segundos o quizá tres, pienso que es justo así como debe ser, no por lo mezquino e injusto, sino por lo caótico y azaroso, porque caben mil posibilidades y es casi todo susceptible de cambio, cambio a peor casi siempre pero mejor que el inmovilismo y la pasividad, y el rollo estático, pues siempre será mejor. Porque el mundo cambia cada día. Es a peor, ok, es cierto pero el cambio es innegable y también no dejan de inventarse cosas. Odio esa frase: Ya está todo inventado. Creo haber hablado de esto. Por otro lado el blog es como una matanza en la que se hace morcilla y todo el día se está repitiendo el sabor. Y los temas. Las obsesiones. Defiendo la obsesión cuando se erige sobre un eje noble y justo. Una obsesión justa no es menos obsesiva que la arbitraria y una locura reglada o convencional no es menos mala que la del que habla solo. Que esto es un poco eso también, un espacio en el que está medianamente permitido lo de hablar solo. Escribir solo. Sobre la soledad hablo poco para todo lo que podría contar. Puede también que no deseche del todo lo de escribir y escribir y escribir y escribir... Me pasó lo de Alonso Quijano pero al revés, solo escribiendo tonterías se me voló el cerebro, sin leer. El otro día llevé unos libros que tenía atrasados a la biblioteca. Debería estar excomulgado. Mi ficha estaba anulada, no se pudo completar en ventanilla. Tuve que ir a la secretaría. Tenía sanción extra grave. Fueron muy simpáticos en las oficinas, Me quitaron la multa. Ni siquiera me pusieron la sanción mínima. Supuestamente no podría haber sacado libros hasta el año 3000. HASTA EL AÑO 3000. Cierto es que el retraso no era una minucia. Los había sacado hacía cinco años. Así que tenía un retraso en la entrega aproximado de cuatro años y once meses. Lo que tiene dificil disculpa, lo reconozco. Era Saber perder de Trueba, de Anagrama bastante descosida por el lomo y las Primas de Venturini en Caballo de troya, con otro de Corradino noseque, el hijo del futbolista y Bestiario de Tomeo. Pues hasta el año 3000 antes de ser indultado. Temía ese momento de volver a la biblioteca y cuando, por fin, encaré a esa señora bibliotecaria con mi cara de retraso de un lustro, pues fui valiente dos segundos y debí ser simpático después para que no me dejaran ni una mínima multa. Que le temía también a que la multa fuera de euros. Sobre mi karma pendía, como espada de Damocles, esos libros olvidados sin devolver. Pienso que hay una rueda en la que giramos y en la que todas esas cosas que nos quedamos sin que nos pertenezcan hacen contrapeso y en ocasiones, nos desnivelan. Ni me los leí enteros. Trueba, cursi que te mueres. El de futbolista, un muermo. El de Tomeo, pues tampoco. Y de las Primas, sí. Me encantó. Os lo recomiendo. Juraría que escribí en este blog de él. De esos libros que gusta recomendar. Las Primas. Aurora Venturini. Búsquenlo. En la biblioteca pública de Granada vuelve a estar.
Somos lo que hacemos pero en gran medida somos también lo que dejamos de hacer. Los libros que no devolvemos. Los discos que nos quedamos. La ropa que nos prestan y nunca vuelve. Las personas que nos quisieron y a las que no correspondimos. Las personas a las que quisimos y no nos trataron bien. La rueda. Los ejes. Esos pequeños agujeros en el karma nos van definiendo y al final, se acumula lo que perdimos y lo que hicimos que otros perdieran en un contenedor común, el cajón de la pérdida. Donde cae todo: lo mío, lo de otros, lo de nadie... Mi cajón de perdida rebosa.
Nos gusta el sufrimiento ajeno. Por un lado empatiza uno y le duele el golpe aunque no le deje moretón, por otro, no deja marca y se disfruta sin irradiaciones malignas, o si acaso solo en el espíritu y por eso nos reconforta saber que otro tiene desgracias pequeñas que le joden el día a día de forma cotidiana, no hablo de enfermedades serias, ni verdaderos dramas que no gustan y no gustan a nadie ni nada, porque además implican posicionarse y uno no puede andar con medias tintas si se trata de ruina seria. Es más lo habitual. La caca cotidiana. Las cagadas sin importancia. Que se pinche una rueda. Que se joda un aparato. Que nos pare la policia. Una multa. Esas pequeñas mierdas que concitan muchas orejas cuando se narran son como un cómodo y mullido cojin para la autocompasión de nuestros semejantes. Un amigo me decía: nadie cuenta lo mucho que disfrutó ayer y nadie llega y dice, joder, ayer me hinché de follar... Se lo sacan los demás por su expresión de felicidad pero no lo dice, no lo cuenta el implicado. Y le tuve que dar la razón. Cuenta la multa. Cuenta la putada del jefe. Te cuenta las penas. Pero no los polvos, no las buenas borracheras, no las risas... Eso no es lo que la gente quiere oir. Por eso, decía mi amigo, en las noticias se habla de tormentas, volcanes en erupción, inundaciones con las crecidas de rios o las lluvias torrenciales, por eso se cuentan los accidentes y se detallan los crimenes porque en último caso, uno dice: No me ha pasado a mí. Y en eso yo estaba más reticente a darle la razón aunque debo reconocer que la exposición de argumentos fue impecable. No me ha pasado a mí. Es lo que decimos. Lo que nos decimos. Lo que pensamos, más bien, y no decimos. No fui yo. No fue mi volcán, no fue mi erupción, no era mi casa la que se inundaba... Y pensar, en el fondo, no estamos tan mal. Según mi colega, todos los medios de comunicación son en realidad un sistema de compensación generalizado, un premio de consolación porque estamos jodidos pero no nos come el agua ni la lava.
Luego leo a gente que escribe con una soltura, con una superioridad que no puedo llamar moral porque se expresan en patrones totalmente amorales, pero quizá sea eso, una superioridad amoral que es casi peor, porque están por encima del bien y del mal, y básicamente pontifican con buena letra y cierto ritmillo, sobre lo que viene a ser este mundo infecto y esta inane sociedad en la que convivimos y languidecemos. Con soltura, con ritmillo, con cosa mordaz y mala baba, con su acierto y tal. Pero pienso: Dios, qué solos se os ve. Y no es que a mí la soledad me parezca nada de lo que haya que huir, más bien al contrario, pero es como algo de raíz. Una visión descarnada de lo que le rodea, un hastío y una inquina titánica pero siempre bajo el tamiz de oye, yo molo, oye, yo me destrozo si hace falta para molar hasta el último día. Es como un nivel que visto desde fuera pues da también cierta penica. No es pena exactamente, es un tipo de empatía penosa. Es como... Con lo buena chica que eres y lo despierta que eres, qué pena que no te quiera nadie y que nos lo cuentes aquí mientras hablas de otro tema fusilando wikipedia sin la más mínima verguenza. Que me parece bien, ojo. Porque a mí en general me parece bien casi todo, pero es casi el mismo dolor de ojos que los comentarios de odio en youtube por ejemplo. Cuanto te cuesta mantener ese odio así de sano. Cuánto lo riegas para que luzca tan verde y tan alto. Un odio con ramas nuevas a las que agarrarse. Cómo te sientes tan concernido por ese video. Y tan ultrajado. Como si lo hicieran para tí, como si fuera tuyo el ancho de banda y no pudiera llenarse con según qué cosas. Es un sutil fascismo de ideas. De moldes. De patrones. Y tiene algo de bullying. Porque si leemos los comentarios es porque existe ese porcentaje alto que disfruta con el sadismo, que le gusta la sangre, olerla al menos. Y pasa, cómo no, en facebook que es un estercolero colosal de marcas, de personas desorientadas, de padres primerizos y de hormonas desatadas, pero cada vez, con menos verdad, menos espontaneidad y con más publicaciones rescatadas. Ya nadie se entrega en sus estados. Es una pena. Con la de barbaridades que se leían de normal hace cinco años. Cuando saqué los libros de la biblioteca, ya tenía perfil en facebook. Qué deprimente.
Y aspirar a algo útil ya es casi en sí mismo una derrota, porque le daba sentido a todo que no sirviera absolutamente para nada. Lo que puede ser camino para trascender, la falta de altos vuelos. Pero un blog de jardinería que te hable de como combatir el pulgón es bueno, es mejor para la humanidad que esto, que no sirve a nadie. Ni siquiera a mí. No a tiempo pasado y diría que tampoco en el presente, se pierde el tiempo que no vuelve. Uno se siente solo. A veces escribe solo por eso. O por los que te conocerán, para ahorrarse conversaciones. Está todo ahí. Échale un vistazo. Ponte al día.
Porque tengo morralla acumulada hasta el año 3000.
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