martes, 5 de agosto de 2014

Las cajitas pequeñas en las que se guarda lo importante

Hace unas semanas hablaba con una amiga. que es artista. y que volvía al país después de nueve meses trabajando como camarera en Londres, es licenciada en Bellas Artes y por eso digo lo de artista, es artista con papeles, que es como una forma de acreditación que para mí no es ni relevante ni necesario pero que, en cierto modo, a ella pues le viene a dar una cierta legitimación institucional ante el mundo exterior, aunque en la realidad o en el día a día, pues no, nada de nada o pues casi nada pero bueno, a lo que íbamos, era un momento especial para ella, el regreso, nueva etapa, y lo contaba con cierto vértigo por la vuelta a casa, a la ciudad del paro desbordado y porque se proponía o se propone retomar su actividad artística con la paleta, con los pinceles, con las exposiciones etc... Con el propio entusiasmo... Y ganar dinero, que era la segunda parte de la conversación, el mínimo para poder mantenerse mientras retomaba su actividad artística sin tener que poner cafés ni copas, pero vamos, que ella tampoco cerraba la puerta a encontrar un empleo puramente alimenticio a, por ejemplo, media jornada pero en principio, el plan era volver al pueblo y reducir a cero el gasto para poder solo pintar, una estrategia loable que me parece tan tierna y entrañable como imposible o poco práctica en la realidad, no solo pintar que es genial, sino no gastar nada por más que la renuncia a todo lo que se compra con euros nos dignifique o la dignifique a ella en el terrenos de los propósitos y sea un camino de búsqueda o de verdad o así me lo parece a mí y porque también, a cierto nivel, nos compromete a una miseria militante que, sin duda, repercute en la obra para bien creo y me incluyo en el compromiso del voto de pobreza porque alguna vez me he sentido igual pero no es eso por lo que escribo aquí sobre esto, sino porque aquel día que nos vimos y estuvimos charlando sobre nuestro futuro más inmediato, surgieron temas para los que nunca termino de encontrar una explicación, o una respuesta o a veces que no los planteo como una pregunta, simplemente no encuentro mi postura al respecto, no sé qué pensar de esa militancia artística y hablábamos como digo de estas dualidades tan corrientes y comunes que no tienen nada de especial con una mezcla de ascetismo y descreimiento, con cierta distancia y a la vez con la sensación de estar totalmente perdido en el bosque, es un mood de duda permanente y fervor constante en el que se aprecia por encima de todo, la pasión contenida que no mostramos del todo casi por pudor, por que no nos la pisoteen con lugares comunes y comentarios banales y que es la que hace de motor a la hora de tomar este tipo de decisiones privativas o marcar rumbo y estaba ahí, presente, un cierto tipo de entusiasmo íntimo o de fe del que apuesta y que va más allá de encaminarse de un modo profesional, de trazar los pasos de una carrera, quiero decir, que no es una estrategia sino que se parece más a lo que nos dictan las corazonadas y yo, viéndolo desde fuera o más bien escuchándola muy atentamente pero desde fuera, pensaba en mi situación y en ese tipo de disyuntivas a la que también me he enfrentado o me enfrento a menudo, claro que ni tenía consejos y que, ni teniéndolos, no me hubiera atrevido jamás a darlos, más que nada porque hablas con alguien que está dispuesto a renunciar a todo para crear, qué le puedes decir, qué puedes añadir a eso, nada o muy poco, y menos repetir consignas, lo peor que le puedes decir es eso, que es lo que todo el mundo le dice, no lo hagas, no te arriesgues, búscate algo seguro, etc etc...Qué vas a decir. Lo único que se me ocurrió fue mi ejemplo de las cajitas pequeñas en las que se guarda lo importante. Y ahí va.


Las cajitas pequeñas en las que se guarda lo importante, y que no le enseñas absolutamente a nadie, a nadie de nadie, no valen excepciones, solo las ves tú y las tienes a bien recaudo para que nadie manosee, y ni curiosee, son como tesoros, bien escondidos y a los que, incluso tú, les dedicas el tiempo justo a observarlos para que no pasen mucho tiempo abiertos, puede ser cajitas de lata, como las que usaban las abuelas para guardar los hilos de costura, como de galletas de mantequilla, pastas inglesas, ese tipo de caja redonda en la que no cabe demasiado pero va bien cerrada, a presión, es importante cerrarlas bien y meter ahí lo que realmente nos hace vivir, la ilusión, la cajita de la ilusión, no debe ser demasiado grande y siempre tenemos que estar renovando el contenido, que sea nuevo, que no se pudra, que no nos aburra que eso también puede pasar, que se nos atragante, pero es un funcionamiento propio, como autónomo, va solo. Son muchas emociones las que debemos proteger a la hora de enfocar un trabajo creativo. Son material. Son experiencia. Son nuestras armas. Son también nuestras debilidades. Son parte del proceso supongo. Son muchas:

La cajita pequeña de la inspiración.
La cajita pequeña del ánimo.
La cajita pequeña de la ilusión.
La cajita pequeña del amor.
La cajita pequeña de la autoestima.
La cajita pequeña de la esperanza.
El cajón grande donde guardas todas: el gran cajón del trabajo y la tenacidad.

Y de eso hemos hablado...
Muy convencido y muy seguro yo.

Y hacía frio y aunque no viene al caso, yo he dicho, cuando más frio he pasado en mi vida, era verano... Porque las cosas pasan cuando no lo esperas.
Eso se añade lo de las cajitas pequeñas.

Guardadlas bien.

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