Ya hoy estoy más tranquilo. Aburrido incluso. He dormido diez horas. Llueve a cántaros. Rayos y centellas. No aquí. Donde estábamos anteayer y qué curioso, el tiempo lo cambia todo. Escapamos de la tormenta. De puta madre, ostias. Nos fuimos con sol. Menos mal. Llevar y traer sol, qué importante. Qué alegria. El último tramo del lunes nos pillaron cuatro gotas. Que luego fueron ocho y dieciseis y treinta y dos, y de pronto, se lió de la ostia, y empezó a caer a eso de las seis. A las siete no quedaba nada. Y al parar nos pusimos dos mangas al instante. Estábamos con tiritonas al amanecer el martes. Para un sureño irredento como el que os da la chapa aquí puntualmente pues es un must lo del sol. Así te lo digo.El sol lo es todo. Las cuatro gotas ya son muchas. Con sol todo mejor. Sudo como un cochino pero mejor. Al volante me lo sudo. Se me vuelve el culo un manantial. Conducir es un coñazo y tal, es verdad pero con sol y sin aire acondicionado, pues ya ves. Duro. Durillo de pelar. A mí el aire acondicionado pues como que no. Lo odio. Reconozco que es una manía. Ya. Mis cosas. Pero no. No lo pongo. Nunca. No. Y bueno, ahí voy. Soy de golpetazo de ventanilla. De que te vaya dando el aire en la cara. Pum. Pum. Pum. Que te atonta después de mucho rato. Es verdad. Aquí no es que haga buen día hoy. Nublado amable encima de mi cabeza ahora mismo. El tiempo lo cambia todo. Tengo los últimos días borrosos, está todo como en sueños, como en sombras. Lo reciente. Contento, pero desorientado. Estoy muy contento en realidad, quizá sea eso lo que me desorienta. No estoy acostumbrado a la alegria sencilla y corriente. En fin, que la chapa la doy igual de depre que a lo medio ilusionado como ahora, pero bueno, lo mismo de leer es más fluido, vaya usted a saber. O no. Pero estoy con ganas. De todo. De fluir. De leer. De tocar. De escribir. De andar. De sembrar. De quitar mala hierba, incluso. Eso es bueno. Hoy he estado cogiendo almendras del suelo. Hay un montón. He llenado dos botes de cristal. De aceitunas gordales y han sido diez minutos. Hay muchas más en el árbol. Hay dos árboles, de hecho. Llevo muchos años pasando de recoger las almendras. Este año, no. Las caperuzas que tienen las usaré de abono. Las iba pillando también. He hecho un buen montón. He hecho cosas. Aburrido del todo estoy, ya te digo. Y me siento también como un poco perdido. Sin saber muy bien qué hacer o para donde tirar. Por eso me salgo al jardín y hago cosas útiles. Almendras, por ejemplo. Es algo. Estoy en una nube pero será que está nublado. Como al despertar de un sueño. Y acordarte mal. Pero tener la sensación de haberlo vivido.Y que era medio bueno. Pero un sueño al fin y al cabo. Ando atontado todavía. Queriendo eso bueno que no consigo recordar. Saborearlo otra vez. Pero claro, no es que sea como que, es que me he despertado hace un rato y aún estoy gilipollas. Ni me he lavado la cara. Y han sido días de tralla, muchos seguidos, cinco bolos en cuatro días, necesitas más de 24 horas para levantar cabeza. Y ni por esas. El cielo aquí está raro pero no rompe. La lluvia no me gusta en ningún caso. Me ahorro regar pero no. No. Conducir con lluvia es la muerte. Lo peor. Le temo. Le temo a un montón de cosas. Nos guía el miedo. El otro día pensaba en eso. Nos guía el miedo y otra cosa que no recuerdo. Pero fue como. Ah, claro. Joder, está claro. Nos limita y nos guía el miedo y.... ¿La experiencia? No era la experiencia, era un concepto mucho más guapo. Bueno, da igual. Ya me acordaré... El miedo es común a todos los animales. Oyen un ruido y se alejan. Es normal que nos influya. Hay que discernir bien los ruidos. A qué prestamos el oido. Y afinarlo. El miedo es el faro. Si lo ves desde la luz y no desde la oscuridad es mucho más útil para entenderlo. Hay que administrarlo bien. El miedo no existe, que decía mi padre. Llevarlo más allá. Sin que suene a negación. No temerle a tus miedos. Ponerlo a prueba, y sí, planteárselo seriamente. Lo que sí, lo que no.... Sobre todo, por qué. A qué. Cuándo. Con quién. A la lluvia le temo. Y le temo con motivo. La lluvia ahoga. La lluvia estropea. La lluvia rompe. La lluvia, desde luego y siempre, moja. Pero es que es muy puta. La lluvia es muy puta. La lluvia ciega. La lluvia aturde. La lluvia dispara. La lluvia destruye. La lluvia resbala. Le temo a conducir con lluvia. Lo que más. En la niebla, me cago también en su puta madre. Pero me pasa menos, claro. Odio la lluvia, en serio. Por más que sea aparentemente aminorar y ya. Pero le temo a conducir con lluvia lo que más. Y sobre todo con la lluvia doble.
Lluvia doble
Cuando el agua viene del suelo y va para arriba, en este caso hablo del asfalto gastado y resbaladizo, que estando concurrido en los carriles y encharcadito entero, pues es un río en cinco dimensiones y viene de todos sitios, un ataque de agua que te salpica o en ocasiones te cubre de forma constante y anula visión el chorro o la espuma según el grado de goterones pero ir, va hacia arriba y va con todo, pero para ser doble, ya luego, está la otra: la lluvia convencional, la de siempre, la normal, la que cae de arriba, del cielo. Cuando se juntan y cae fuerte, y sube fuerte pues se forma la lluvia doble. Que es una puta mierda. Y de mis mayores miedos, mire usted. En asfalto gastado o carreteras que embolsan agua, con curvas o rasantes, es una puta mierda muy seria. Me acojona muy en serio. No es broma. Me encorvo al volante y se me encoje el escroto. Estás al borde del aquaplanning constante. Y chocar con el del otro carril. La peña le pisa. Llueve o truene. Si es en un valle, que hay muchos por el norte, si te pilla en la bajada te cagas cada vez que pones el pie en el freno. Doble lluvia o lluvia doble, como yo la llamo. Te cae agua de todas direcciones. A los coches les rodea un aura de gotas que en función del peso o del tamaño del vehículo es una nube o una tormenta en sí misma. Los camiones llevan un cielo propio derramándose. Y cuando es un camión o un bus y va rápido, parece que te jarrea el cristal a posta. Esta mierda me agobia. Y me agobia especialmente en las salidas de las ciudades, que el asfalto está ya dulce y la peña se lo sabe y se pone a noventa y salpican de la ostia a los que no nos sabemos la dirección de las curvas y respetamos los límites. En general, respetando los límites poco malo te pasará. Pero en algunos sitios, la velocidad permitida es muy distinta de la real, de la habitual, de la de los paisanos que se han criado lloviendo. A mí me jode. Salir o cruzar Madrid por ejemplo con lluvia doble y a doble carril, en curva y con agua que viene de todas las direcciones. Un infierno de agua para mí. Pero peor es la niebla. Joder, la niebla. Me cago en la ostia con la niebla. En todas sus versiones, aunque está la más temida: La ola blanca.
Ola blanca
Pues eso, que en las carreteras del norte que están en pronunciados valles (de lágrimas) pues cuando llueve o sea cuando hay lágrimas a tope en los susodichos valles, pues a veces, pasa que las nubes pasan bajas, muy bajas y van lentas, muy lentas y hay bancos de niebla con espesor severo. Como una ola, que cantaba la malograda tonadillera. Un bonito momento en lo estético pero que me da una fuerte cagalera en todo lo demás. Me acojona. La ola blanca. La gran ola blanca. Como si me trasmutara en el capitán Haddock o como se escriba, al volante de mi Vito de doce años a por la ballena. Porque no te queda otra que meterte y que sea lo que ella quiera, es una lucha de tú a tú y es la ola blanca la que manda. Y cuando avanzas hacia ella. Uf. Es como en el mar. Como la espuma del agua. Acojona. A mí me acojona. Será la falta de costumbre. No lo sé. Pero es como que vamos a volcar. Que nos hunde. Como una ola de esas que se ve que va a partir un barco en dos. O que lo va a engullir. Que es exactamente lo que hace con mi utilitario la ola blanca. Se lo come. Y cuando he ido con la furgoneta es igual. Te metes en la ola blanca y no ves más allá de cinco metros. Me he encontrado con un par de ellas al subir a Galicia. Son una cosa jodida las olas blancas. Le temo más que a la lluvia doble. A veces se juntan. Pero pasa poco. Son neblinas menos densas si cae tan fuerte como para que sea lluvia doble. La niebla a veces viene de serie. Hay zonas donde siempre hay. Entre los dos primeros túneles cuando pasas Zamora, al entrar a Orense, en los primeros pueblos, la ostia, en esos valles están siempre con olas blancas de varios metros. Pacen como ballenas con hambre. Intentaba pasar a las doce, cuando levantaba el día. Aunque haga buen tiempo. Hay igual. Es la ostia. La primera vez puse los cuatro intermitentes y me bajé a sesenta. En el carril lento. Hice el ridículo. Con más miedo que verguenza. Me adelantaban los camiones y me pitaban. Iba lentísimo. Lo peor que puedes hacer, claro. Lo que hice yo. Porque el riesgo es que te den por detrás, como con casi todo en la vida por otra parte.
Ojo a que te den. Ojo. Pero sobre todo, por detrás.
Ojo atrás siempre. Lo de atrás siempre tiene que ir en orden: siempre.
Siempre volvemos. Es el pasado. Ojo con eso. Ojo, en serio. Ojito.
Fotos del pasado
Ayer borré como trescientas o cuatrocientas fotos de instagram y fue como adelgazar diez kilos o rejuvenecer cinco años. Lo digo cien por cien en serio. Cero rollo. Qué tonteria. Pero ya. De verdad que fue guapo. Aunque suene a chorradica. Esto se alimenta de eso. Tontadillas. Surtido de ellas. Pero de verdad. Qué ligereza. Cuánta morralla tenía en la cuenta, por cierto. Cuánta mierda subimos a redes. De blogs, ni hablemos. Qué sensación más buena. Y tiene explicación. O eso creo. No es egotrip porque sí. Se lo recomiendo a todo el mundo. Borra fotos. Borra. Olvida. Sienta fenomenal. Es gloria. Avanza. Quema la senda, borra el rastro. Mira hacia adelante.
La explicación o lo más parecido a ella. Allá voy con ella. Es que cuando sacamos el último disco, que aprovecho para meter la cuña que se llama "Mirar las vistas" y es muy cortito, que son solo nueve nuevas canciones y lo podéis poner en el spotify o en el bandcamp, pues eso, que lo tenéis ahí, a la derecha, fácil, fácil, pues eso, que cuando sacamos el disco el 29 de octubre del año pasado, o sea 2018, pues el instagram de motu propio pues me propuso convertirme en perfil de grupo. Pasar de perfil personal a perfil músico. Me sentí honrado y todo. De que el algoritmo me hiciera casito. No sé a qué vino. Lo hice. No sé por qué y me moló. Fue guay. Y en lugar de mi nombre pues le puse el de la banda. Enrique Octavo. Con guioncillo al final porque estaba pillado el otro. Y claro. A continuación, dejaba de tener sentido cualquier retratadura con filtro y sin argumento musical. Las fotos de mis plantas o de mi gato, por no decir las de comida. Sin sentido total. Tenía muchos flashazos a ollas de spaghetti, Mira tú. Y bueno, no sé por qué cuento esto. No es nada interesante. O sí. Puede ser. Que la dimensión social y su representación en redes pues pese. Tenga un peso. Que se arrastra. Que se lleva. Que pesa y que es jodido y nos jode la espalda, metafóricamente. La espalda es la autoestima. O la proyección. O lo que sea. Llámalo equis. Pero que nos jode. Y que se lleva. Las fotos. Las caras que pusimos. Los filtros que pusimos encima de las caras que pusimos. Pues a tomar por culo. Las poses. Las caras viejas. Líbrate de ellas. De esas feas fotos del pasado. De todos los pasados. A tomar por culo. A mí me ha sentado de la ostia. De verdad. He perdido peso. Estoy gordoncho. La verdad. Se va bajando. La cosa. Pero estoy gordoncho. Esa es la verdad.
A lo que iba. Aparte de la propuesta de instagram de cambiar el carácter del perfil, pues también es verdad que tenía sentido hacerme OTRO instagram, éramos pocos y parió la abuela, pues por otro motivo. Que no todo eran movidas del grupo. Y me etiquetaban. Y era en plan. Pues no. No pega. Ha parido la abuela porque una cosa más a la que echarle cuentas. Pero bueno. El instagram se quedó del grupo y a volar. Me lo facilitaba. Ya no tenía que poner fotos del gato o de otras cosas. Carteles. Directos. Vídeos cortos. Musiquita. A volar. Cuando hacia cosas que no tenian que ver con el grupo pues el perfil con mi nombre y listo. Ahora sí me etiquetaban con razón de ser. Como por ejemplo, un dos tres responda otra vez: El programa de radio. Era yo el locutor. Nada que ver con el grupo. Así que dije: Ok, hazte otro y te haces todos los putos selfies del mundo. No vaya a ser que te quedes con gana de hacerte un selfie. Hijo de mi vida. Pues eso. Tengo la cuenta para los selfies. Y la otra. En la de los selfies pensé en seguir a nadie. Cero seguidos. Por pasar de la servidumbre del me gusta que revierte en una mínima porción de autocensura que se nos va de las manos. Y sobre todo que se nos va la vida. Pensando tontadas. Escribiéndolas incluso como hago yo aquí. Pero en serio. Qué mierda es esa de la pongo o no la pongo. Parecerá esto o parecerá lo otro. Son muchos selfies o no está mal subir tres autofotos al día. Dónde está el puto límite. Y no me refiero a la paciencia de tus seguidores o el decálogo a seguir para ganarlos en social media. Hablo del puto sentido de todo esto, Dónde está o cuál era.
Tengo algunas conclusiones, no muchas, pero tengo.
Voy con ellas, pero en otro punto.
MAF
MAF es como llamaba mi amigo Roberto de Vigo a los veinte años a un cierto tipo de miedo que creo que nos acompaña siempre: Miedo Al Fracaso. Eme. A. Efe.
Así lo decía: MAF.
Acrónimo inventado por él allá por el 98 o 99 y que no recuerdo exactamente en qué situaciones o a que movidas o en que conversaciones lo aplicaba pero me lo decía con frecuencia. Era recurrente. Por eso lo recuerdo. Siempre lo he tenido. El miedo al fracaso. Entre otros muchos. Ya va la lista creciendo: Fotos del pasado, lluvia doble, la ola blanca y el miedo al fracaso. Yo y cualquiera supongo. Que se lo tiene o se lo debe tener. Con veinte años y en el colegio mayor que fue donde nos conocimos Roberto y yo pues imagínate. Mucho más. MAF a tope. MAF a todo tipo de EMES y todo tipo de EFES. Y por otro lado, la insconciencia de chavalito que crees que lo sabes todo cuando aún vas enterándote de la mitad. Y mal. O poco. Y es verdad que nos rige el miedo. Que como animales que somos pues reaccionamos. El miedo manda. Es una mierda. O no. Cambia los ruidos del bosque por otros estímulos que son los que nos hacen estar al acecho y subir las orejas pero todo viene a ser lo mismo. Depende también de a lo que llames fracaso. El miedo sí sabemos mejor lo que es. Se nombre como se nombre. Miedo a lo que no conocemos. Miedo a lo extraño. Miedo a lo que asusta ya de por sí. El miedo es el lobo. El miedo es el malo del cuento. Mi padre me decía: El miedo no existe. Yo no lo he entendido nunca. Sigo sin entenderlo. Me lo decía con cinco o seis años. No quería apagar la luz. La oscuridad existía sin duda. Mi padre me decía: Sí, está oscuro. Es verdad. Lo que no existe es tu miedo. No existe el miedo. Es lo que tú piensas. No temas de tu miedo. Eso no me lo dijo pero es hasta donde he llegado yo treintaymuchos años después.
No temas a tu miedo.
El miedo no existe, eso lo sé desde niño aunque nunca lo haya entendido.
Hace unos meses hablando con Dani zanjaba la cuestión con una frase que escribí por ahí, en el blog, creo. Contra el miedo, estadistica. Y es que es tal cual. Le tememos a cosas que nunca pasan. Es una mierda pero es cierto. No será el cien por cien de los casos, y esto tampoco es un estudio científico ni nada pero parece obvio que el plano de las preocupaciones es más imaginario que real. No pasa. El sufrimiento y la preocupación ocupa lugar. Son como las fotos viejas. Ocupan lugar en nuestro ánimo y en nuestro espíritu. A tomar por culo con ellas. A tomar por culo con las preocupaciones que no sean reales. Bueno, a ver. Real es todo. Cuando sueñas y sudas. Cuando tienes pesadillas. El sudor es real. El mal rato es real. Pero bueno, no nos perdamos más. A lo que íbamos.
domingo, 25 de agosto de 2019
Ganar siempre pero poco
Ya lo sé.Un poco pesadito con tanto vídeo, ya me hago cargo. Pero es que si el bueno de Eusebio Ruiz nos grabó medio concierto, pues oye. Se pone y ya. Que es mucho material así de golpe pero bueno, alguien tiene que hacerlo. Grabarlo. Subirlo. Tocarlo. Todo. Esto es un todo, chavales. Y un millón de gracias al susodicho Eusebio que sin conocernos de nada, se tomó la molestia de registrar seis canciones completas en plano secuencia. Que ya es. Y eso. Que muchas gracias de verdad. Y que aquí cabe todo, ya sabéis. Es un batiburillo. De movidillas. Que no es que haya aquí donde nos encontramos bien lo sabe Dios se mantenga la más mínima línea editorial y si la hubiera estaría torcida, eso es así. Pero que muy bien nuestro periplo con los Enrique Octavo por el norte. El caso es que lo hemos pasado en grande. Y todo bien. Todo. De verdad. Ya sabéis que se huye en la medida de los posible del diario de tono adolescente pero me muero por daros todos los pelos y señales, tías. O sea, en serio. Hoy es el día después. Estoy con la cabeza volada aún. Ayer conduje nueve horas más o menos. Como un clavo. Rafa decía de darme tregua pero lo llevo en marchas cortas y me agobia. Llevábamos todos el mismo sueño más o menos. Ha sido un tralle nuestros cinco conciertos en cuatro días por Cantabria. Y hemos flipado con sitios. Playa. Ha habido de todo. Y todo bueno. Que no suele pasar, claro. Con hacerlo nos damos por satisfechos. Con volver. Con poder volver. Con salir ílesos, que decía Dani a veces. Que se lo oimos a Morente en un documental, creo. Llegar enteros. Su poquito de dinero, pues ni te cuento.
Siempre ganamos. Es un puto hecho.
Con todos los componentes que no son tantos que han pasado por el grupo siempre me he esforzado en recalcar que SIEMPRE ganamos. Que dicen: No se puede ganar siempre. Pues sí. Sí que se puede. Nosotros podemos. De hecho, lo hacemos. A ver que no es sacar pecho que vamos al dato objetivo. Aunque luego vendría el debate filosófico sobre qué es ganar. El verdadero origen de la victoria. Que si lo concretamos solo en el pecunio, pues también. Quizá no en el cien por cien de las veces porque alguna vez hemos ido a taquilla y no vino ni el taquillero pero en el resto.... Siempre ganar. Poco. Ganar siempre pero siempre poco. Pero ganar. Pero poco. Pero ganar. Pero poco. Y ahíya se enzarzan las dos voces de tu cabeza mientras van confundiendo valor y precio. Esto es lo filosófico. Que no pierdo de vista que muchos de los componentes que ya no están pensarían, que sí, que muy bien, que lo que tú quieras pero que no. Que ganar poco no es ganar. O sea, contradicción. Mal por ellos, claro o ellas. Pero ganar es siempre ganar. Y poco no es siempre poco, quiero decir, que es poco depende donde y cómo. Y no me refiero a cómo esté la divisa, o el cambio. Sino a que es relativo. Claramente relativo. No es como el precio del menú del día, que es algo tangible. Una albóndiga es una albóndiga. Las victorias deberían medirse en albondigas. Te he ganado por tres albóndigas de diferencia. Victorias. Concretas victorías. O en croquetas. Eso sería ganar siempre de verdad. Nos comimos unas de bacalao en Bilbao que ni tan mal.
Tengo el chorro de anécdotas.Le voy a poner la cabeza como un bombo a los colegas con los que quede en estos días que va a ser una cosa mala. Pobreticos. Aguantar el entusiasmo ajeno. Aunque en los vídeos se ve que tenemos la banda a tope. Y que lo flipamos un poco. Me iba a ir unos días a la playa pero es que no tengo ni fuerzas. En serio, estoy hecho mistos. Misticos. Y quería escribir algo más guay. Pero bueno, es lo que se me ha ocurrido y por meter alguna morcillaca buena para leer y echar el rato entre tanto material audiovisual, quefue una movida tener la cámara enfocándome las chanclas como cuarenta segundos y yo pensando, pero esto qué es. Pero vaya. Que queda guapo. No es una excentricidad gratuita. El talón derecho lo tengo hiper jodido. Una rozadura como una moneda de dos euros. De dos cincuenta si existiera. En carne viva. Que siempre me ha gustado esa expresión. En carne viva. Desde el puto miércoles que hicimos doblete. Y que di el puto concierto segundo y al terminar estaba sangrando muy malamente. Tra tra. Que no puse ni tirita ni nada hasta el viernes. Ahí está el tio con medio tobillo ya jodido. Que Bob Marley se jodió un pie y se le complicó la cosa. Pero vaya que por eso lo de las chanclas en directo. Que chaqueta y chanclas. En fin. Pero es que la herida es jodida. En el tobillo izquierdo tengo otra pero esa era como una moneda de cinco céntimos. Poca cosa. En fin. Por explicarlo. El jueves fui descalzo a todos sitios. La gente reacciona raro. No me atrevía a mear en ningún servicio porque todos tenían charquito. No era por ser un hippie guay. Tenía el tobillo derecho en carne viva. Ni hippie ni hippia. Total, que eso os cuento.
Que hemos ganado. Oeoeoe. As usual. Una vez más. Ganando. Sin peros. Ganar es ganar. Poco. Ok. Pero ganar es siempre ganar. El que es ganadormientras gane le da igual. Es más el verdadero ganador no pierde. No pierde tiempo. No pierde ganas ni fuerzas en analizar movidas. No pierde por eso, porque es ganador. Y va de victoria en victoria sin importa el tamaño. En este caso, es cierto. En hacer balance, en poner en perspectiva, en querer encontrarle el sentido, hasta en escribirlo en un blog como justo estoy haciendo, pues oye se te va un rato. Que no es que me ponga aquí a hacer ganchillo con las palabras, que esto es todo nudo gordo pero tardar, tardas. Como todo. Aunque sea poco.
Bueno, que ya contaré más cosas. Han pasado mil cosas guapas.
Hemos ido a la radio. Hemos salido en el periódico. Dos veces. Hemos salidos dos veces en el periódico. Nos han hecho una crítica cojonuda. Todos los conciertos llenos.Gente que ha repetido y ha venido dos veces en dos sitios diferentes. Y la comida. Y la playa. El paisaje. Un poco duro la ida y el viaje en general de furgo y horas y eso pero ha merecido todo mucho. Y bueno, eso. Que ahora el entusiasmo y el subiduki no me deja expresarme con toda la claridad. O con el habitual pesimismo en el que estoy cómodo. Pero bueno, era por soltar unas líneas.
He hecho una cafetera y está horrible. La debo haber fregado solo regular.
Los vídeos están todos muy guapos. Y son bastante locos. O sea, capta la esencia. Y el momento. What else. O como se diga.
Sigo con la cabeza allí y el cuerpo desperdigado por el camino. En fin, pondremos más cosas y tomaremos unas vacaciones.
Para descansar una mijitilla y ya luego seguir ganando al estilo de Charlie Sheen.... Que vaya bien.
Siempre ganamos. Es un puto hecho.
Con todos los componentes que no son tantos que han pasado por el grupo siempre me he esforzado en recalcar que SIEMPRE ganamos. Que dicen: No se puede ganar siempre. Pues sí. Sí que se puede. Nosotros podemos. De hecho, lo hacemos. A ver que no es sacar pecho que vamos al dato objetivo. Aunque luego vendría el debate filosófico sobre qué es ganar. El verdadero origen de la victoria. Que si lo concretamos solo en el pecunio, pues también. Quizá no en el cien por cien de las veces porque alguna vez hemos ido a taquilla y no vino ni el taquillero pero en el resto.... Siempre ganar. Poco. Ganar siempre pero siempre poco. Pero ganar. Pero poco. Pero ganar. Pero poco. Y ahíya se enzarzan las dos voces de tu cabeza mientras van confundiendo valor y precio. Esto es lo filosófico. Que no pierdo de vista que muchos de los componentes que ya no están pensarían, que sí, que muy bien, que lo que tú quieras pero que no. Que ganar poco no es ganar. O sea, contradicción. Mal por ellos, claro o ellas. Pero ganar es siempre ganar. Y poco no es siempre poco, quiero decir, que es poco depende donde y cómo. Y no me refiero a cómo esté la divisa, o el cambio. Sino a que es relativo. Claramente relativo. No es como el precio del menú del día, que es algo tangible. Una albóndiga es una albóndiga. Las victorias deberían medirse en albondigas. Te he ganado por tres albóndigas de diferencia. Victorias. Concretas victorías. O en croquetas. Eso sería ganar siempre de verdad. Nos comimos unas de bacalao en Bilbao que ni tan mal.
Tengo el chorro de anécdotas.Le voy a poner la cabeza como un bombo a los colegas con los que quede en estos días que va a ser una cosa mala. Pobreticos. Aguantar el entusiasmo ajeno. Aunque en los vídeos se ve que tenemos la banda a tope. Y que lo flipamos un poco. Me iba a ir unos días a la playa pero es que no tengo ni fuerzas. En serio, estoy hecho mistos. Misticos. Y quería escribir algo más guay. Pero bueno, es lo que se me ha ocurrido y por meter alguna morcillaca buena para leer y echar el rato entre tanto material audiovisual, quefue una movida tener la cámara enfocándome las chanclas como cuarenta segundos y yo pensando, pero esto qué es. Pero vaya. Que queda guapo. No es una excentricidad gratuita. El talón derecho lo tengo hiper jodido. Una rozadura como una moneda de dos euros. De dos cincuenta si existiera. En carne viva. Que siempre me ha gustado esa expresión. En carne viva. Desde el puto miércoles que hicimos doblete. Y que di el puto concierto segundo y al terminar estaba sangrando muy malamente. Tra tra. Que no puse ni tirita ni nada hasta el viernes. Ahí está el tio con medio tobillo ya jodido. Que Bob Marley se jodió un pie y se le complicó la cosa. Pero vaya que por eso lo de las chanclas en directo. Que chaqueta y chanclas. En fin. Pero es que la herida es jodida. En el tobillo izquierdo tengo otra pero esa era como una moneda de cinco céntimos. Poca cosa. En fin. Por explicarlo. El jueves fui descalzo a todos sitios. La gente reacciona raro. No me atrevía a mear en ningún servicio porque todos tenían charquito. No era por ser un hippie guay. Tenía el tobillo derecho en carne viva. Ni hippie ni hippia. Total, que eso os cuento.
Que hemos ganado. Oeoeoe. As usual. Una vez más. Ganando. Sin peros. Ganar es ganar. Poco. Ok. Pero ganar es siempre ganar. El que es ganadormientras gane le da igual. Es más el verdadero ganador no pierde. No pierde tiempo. No pierde ganas ni fuerzas en analizar movidas. No pierde por eso, porque es ganador. Y va de victoria en victoria sin importa el tamaño. En este caso, es cierto. En hacer balance, en poner en perspectiva, en querer encontrarle el sentido, hasta en escribirlo en un blog como justo estoy haciendo, pues oye se te va un rato. Que no es que me ponga aquí a hacer ganchillo con las palabras, que esto es todo nudo gordo pero tardar, tardas. Como todo. Aunque sea poco.
Bueno, que ya contaré más cosas. Han pasado mil cosas guapas.
Hemos ido a la radio. Hemos salido en el periódico. Dos veces. Hemos salidos dos veces en el periódico. Nos han hecho una crítica cojonuda. Todos los conciertos llenos.Gente que ha repetido y ha venido dos veces en dos sitios diferentes. Y la comida. Y la playa. El paisaje. Un poco duro la ida y el viaje en general de furgo y horas y eso pero ha merecido todo mucho. Y bueno, eso. Que ahora el entusiasmo y el subiduki no me deja expresarme con toda la claridad. O con el habitual pesimismo en el que estoy cómodo. Pero bueno, era por soltar unas líneas.
He hecho una cafetera y está horrible. La debo haber fregado solo regular.
Los vídeos están todos muy guapos. Y son bastante locos. O sea, capta la esencia. Y el momento. What else. O como se diga.
Sigo con la cabeza allí y el cuerpo desperdigado por el camino. En fin, pondremos más cosas y tomaremos unas vacaciones.
Para descansar una mijitilla y ya luego seguir ganando al estilo de Charlie Sheen.... Que vaya bien.
viernes, 16 de agosto de 2019
Cantabria here we go
La semana que viene tenemos unos conciertos.
A ver qué tal.
He hecho este cartel.
A última hora, no me ha convencido.
Es una foto o una autofoto después de nuestro primer concierto en Jerez.
El pasado 4 de mayo.
Es regulera la foto.
Lo he intentado con un par de filtros.
Pero tampoco.
Y no lo he usado.
Pero bueno.
Cantabria, allá vamos.
He hecho este cartel.
A última hora, no me ha convencido.
Es una foto o una autofoto después de nuestro primer concierto en Jerez.
El pasado 4 de mayo.
Es regulera la foto.
Lo he intentado con un par de filtros.
Pero tampoco.
Y no lo he usado.
Pero bueno.
Cantabria, allá vamos.
miércoles, 14 de agosto de 2019
martes, 13 de agosto de 2019
los libros sin leer de cada vida
Tengo cosas pendientes y cosas que hacer, así que ... Pierdo el tiempo aquí. Venga. A escribir. Tengo tarea... Pues nada. A enumerar despropósitos. Vamos a ver qué pasa. Pierdo las ganas a poco que empiezo. Poca chicha. Escribir me encanta, es cierto. Se me pasan las horas. Es como lo otro. Que a veces se hace de noche o se hacía y seguíamos en la siesta. Se va como arena. Como arenas movedizas, a veces. Te atrapa. Es como eso, un lapsus. Una cabezada, que decía mi abuela cuando el ronquido aparecía delator. Se puede perder el tiempo de muchas maneras. Dormir. Escribir. Y trato de eso.... Como si hablara en sueños pero escribiendo. Por darle salida a lo obstruido de la psique. Y pensar. A veces me gusta solo pensar. Miro las plantas y pienso. Solo pienso. Las veo crecer. Crecen lento y pienso lento. No sé en qué. Se me van los días. Se me van las horas. Qué hice. No hice nada. Solo pensar lento en nada. O no recordarlo. Mirar cómo crece la hierba. Fijarme en las briznas. Distinguir cambios en el tallo y hojas nuevas. Hay multitud de detalles en los que reparar o no tanto, pero a mí me vale con algo que me abstraiga, de cualquier tema, de cualquier suceso, pienso en ello y me evado, y le doy vueltas, y es como perderse en el monte, pero sin tener que saltar barrancos y solo con la imaginación, que es lo que me pasa, que me encuentro con mucho páramo en el que perder la tarde. Hay mucho por no hacer... Siempre pasa. Le pasa a todo el mundo. Eso espero. El otro día eché el cálculo de los libros sin leer. He centralizado la biblioteca en el salón. Todos los libros. Los de mi padre, los míos. Los de la casa. Las novelas del oeste. Las enciclopedias. Los libros infantiles. Todo. Cinco estanterias. Seis baldas cada una. Calculo que no llegan a dos mil pero superan holgadamente los mil quinientos. Es mucho. Me he leído unos cuantos pero que sean cientos, un par. O más. No lo sé. Pero hay mucho que leer. Es complicado decidir por dónde empezar. Tengo mis favoritos. Por el lomo. Por las letras. Por el título que impacta o el diseño. Hay lomos que llevo viendo toda mi vida. Que siempre me observaron callados. Es curioso eso. El título que he leído mil veces y me ha mirado mudo mil veces. No sé cómo estaban ordenados. Yo no conservé el orden. Más o menos intento poner un poco de organización pero es que hace nada que lo conseguí, llevar todos los libros al mismo punto. Y con la mudanza y tal. Lo de ordenar pues aún no. Pero llegará.
Me hizo sentir gran alivio cuando pensé en atacar las estanterias de forma líneal. Uno a uno. Parece una tonteria. Quizá lo sea. Pero me alivió. Es cierto. Las tonterias alivian. Por eso me entretengo tanto con esto. Era un plan. Parecía un buen plan. Empezar por el primero de la primera estanteria del primer mueble. Y probar. Da igual el que sea. Mantener ese orden y mantener la atención lo que se mantenga. Si me aburre y me parece una pesadez pues no obligarme a pasar del primer capítulo pero desecharlo con fundamento, con conocimiento de causa, sabiendo de lo que va la cosa. Para ubicarlo mejor. Se pueden ordenar por año, por autor, por editorial, por estado. Por tema. Por.... Por cojones es por lo que los acabaré ordenando. Hay un orden natural que más o menos se ha mantenido. Los de gramática están en una esquina, cerca de enciclopedias y diccionarios, y los del boom latinoamericano pues van juntos, en comandilla. Asi con todo. Los clásicos. Los de poesía. Los de teatro. Es una colección chula. Luego están las novelas de Círculo de Lectores y las colecciones. Hay varias. La de Radio television española que era amarilla y aún ha amarilleado más con el tiempo. Y tengo de Orbis. Y una de Salvat. Coleccionables. Los grandes autores de todos los tiempos y esa mierda. Tengo otra esquina en la estanteria que es amarilla pero es amarillo Anagrama. Estoy orgulloso. Esos son míos. Patricia Hihgsmith. Paul Auster. Nick Horby. Irvine Welsch. Algo de Amelie Nothomb, creo. Escribo de memoria los nombres de los que me acuerdo, tendré una docena de Anagramas amarillos. De colección de bolsillo hay otro tanto. Martin Amis. Bukowski. Siempre pensé que la parte americana o inglesa de la colección de mis padres dejaba mucho que desear. Hay cosas. Pocas. Hay pero nada atractivo de los sesenta o setenta. Supongo que tiene mucho que ver con que estudiasen literatura. Mis padres. Hay mucha poesía. Toda la generación del 98 y toda la generación del 27. Muchas antologías.
¿Por qué cuento todo esto? No tengo la menor idea. Es como un logro desbloqueado en mi vida. Hay libros infantiles que me acompañaron siempre. Desde Momo a El pequeño Nicolás. Están los Tintín y los Astérix. Y cómics. Está todo junto. Y me gusta eso. Nunca pensé que me fuera a gustar. Me hace sentir orgulloso y mira que es una estupidez. Pero sí. Es la colección de libros de mi padre, en gran parte porque la compartía con mi madre, pero está claro que el afán de coleccionista venía de su lado. Y por eso es un orgullo también. Pienso que le gustaría si pudiera verla. Quizá no el criterio de orden. O puede que tuviera el suyo propio y no fuera partidario de juntar lo infantil y juvenil con lo de estudio o las novelas de tapa dura. Impresiona. Al verlo, impresiona. Pero le ha dado un toque acogedor al salón. Fue una movida mover todas las tablas. Armarlas. Etc. Fue la ostia. Y una vez acabado, fue una mezcla rara. Algo sentimental. Y un alivio pero también, de pronto, una responsabilidad. Una necesidad de ponerse manos a la obra, o manos a los libros. Empezar. Por una esquina. Por una estanteria. Por donde sea. Seguir un orden. Empezar por los infantiles. Tiene sentido o podría tenerlo. Y conseguirlo. Sería la ostia. Porque siempre pensé que sería imposible. Era como una losa. Pensar en que nunca podría pilotar. No dijo leer todo. Ni mucho menos. Pilotar de lo que hay. O más o menos. Tener una visión general y amplia. Saber de qué va la movida. De qué va la cosa. Tener un punto. Tener una orientación de lo que hay en cada balda. Era un horizonte imposible. Era una movida. Era jodido y siempre pensé que imposible. Ahora me veo capaz. Está a mi alcance. Es humanamente posible y va a ser un proceso guay. Tengo dos lupas. Por más que pierda la vista, tengo entretenimiento hasta el último día. Muchas antologías. Y mucho de todo: bien.
Es bueno. Estoy contento. Hemos hecho buen trabajo con los estantes. Está bien. Me lo repito mucho para que no decaiga. Con nada me vuelvo a hundir. Es sorprendente. Como asfixia el día a día... Es la ostia. Es una mierda. Vuelvo a esa sensación del sin hacer. Qué dañina es la hija de puta y cuánto nos quita. No lo parece porque lo que nos roba o nos sisa es de lo no hecho. Lo que no llega a materializar pero que no es que no exista. Es bueno pensar en eso. Para olvidarlo. Para liberarse. Para quitarse el peso. De lo que se ha hecho. O no se pudo. O no se recordó. Que está ahí y genera una presión invisible. Por el motivo que sea. No afrontar la biblioteca familiar es como aceptar que vas para atrás y que eres más tonto o peor lector, que viene a ser lo mismo, que tus progenitores. Y esto. Que parece una tontada y puede que lo sea. Pues me tenía hecho una mierda. Mira tú. Qué cosas. Son penares íntimos. Que están ahí enterrados. Eternamente aplazados. Que no son precisos o no requieren urgencia de forma aparente pero queman por dentro y no se apagan fácilmente. Es cierto. Para cada uno será de una manera. Y puede que no te guste especialmente leer pero eso no te libra de tener que afrontar tu propia historia. Tus propios libros por leer. Sea lo que sea, en tu caso. Es dificil dar con ellos. Los libros sin leer nos acompañan siempre. Como todo lo no hecho. Hay cosas que se hacen y se olvida. Se pasa la página y fin. Solo eso. El miedo dura porque espera en el estante. Porque está agazapado entre otros miedos, y nos controla con la mirada. Y nos ve por dentro. El miedo a lo que nunca haremos. Como si nos comiese. Como si fuera algo más grande. Que no tiene final. Que es así. Que fuimos tontos de no verlo. De no dar crédito a lo que vimos y no creer. No creer del todo. No creer en el amor. No creer en una canción. No creer en unas palabras. O en un poema. O en un lema. En una máxima. Y regir todas las decisiones conforme a eso. Tomar decisiones pero sobre todo que ellas nos tomen a nosotros. A veces me siento así. Tomado por lo que me rodea. A veces es angustia y otras, gozo. Por estar en el sitio correcto. Por saberlo. Por hacer lo correcto. Por no corregirme en mis defectos. Por disfrutar hasta el final. Por leer hasta el final. Por seguir comprando libros. Por seguir en mis mierdas. Por seguir y ya está.
Los libros se saben no leídos. Se saben familiares o distantes. Las cosas viven con la conciencia que les damos. Todas las cosas. Los objetos que nos rodean. Se saben queridos o actuan con cierto resquemor, como los parientes lejanos. Se saben amados o ninguneados. Actuan en consecuencia. Tienen su corazoncito de pulpa. Tienen su orgullo que les viene desde la imprenta. Esto nos vale para todos los objetos inanimados. Los libros son para mí pero cada vida tiene sus objetos a cuestas. Sea lo que sea. Es una teoría seria. Ojo con esto. Es verdad. Los espacios captan ondas y rollos, no sé decirlo técnicamente pero están ahí, inanimadamente pero ahí. La vibra, llámalo así. La suerte, o la providencia. O yo qué sé. Y todo eso junto. Su presencia inerte se impregna del panorama quieras o no quieras. Es así y según sea el ambiente, pues así reaccionan los muebles o la estanteria, o lo que sea. Vale para libros o para la colección de sellos del abuelo. O lo que sea. Lo que llevamos a la espalda. Es la tradición. Lo que llevan de vuelta cuando limpian el piso de la abuela. Lo que no acabó en la basura porque fue importante alguna vez. A mí me parece el todo poético esto último. Soy muy sincero. No es como Toy Story que están vivos cuando no hay humanos, es que las emociones de los humanos perduran en ellos aunque los humanos no estén. En los objetos, sea lo que sea. Los libros. Las películas. Las corbatas. Las cartas. Las fotos. Los albumes. Las enciclopedias. Lo que vestía las estanterias. La figura de porcelana. Las estampas de santos. Las vírgenes. De un modo u otro. Recogen cada uno su parte de fé. Aunque sea una cartilla escolar que siempre se guardó o el recordatorio de la primera comunión de una prima. Se guarda por algo.Ocupa espacio en la emoción y en el tiempo. Y tiene un sitio. A ver. No está super elaborada mi teoría pero me vale. Y me parece de lo más lógico. Lo ves en los sitios de segunda mano. Se huele el amor caducado. Que pasó. Que fue importante para alguien algún día y que se deshicieron de todo al por mayor. Es un decir. A ver. Cada uno tiene una historia. Vale. No es para todos igual pero nos duelen y nos alegran las mismas cosas o muy parecidas. Más o menos sentimos por los mismos sitios, no igual pero si por el mismo camino que viene y va, que trae y lleva esa emoción, ese recuerdo, esa melancolía... Y nos vale. Los libros sin leer. Las películas sin ver. Las maletas sin abrir. Y para lo que decíamos que es a lo que iba, es todo lo mismo. Siempre hay cosas por no hacer.... Siempre. Los libros se saben no leídos en la medida que tiene conciencia un ser inerte. Que es parecida a la de muchos seres vivos que tienen una ética o moral bastante inerte, y conviven con esas decisiones de su cerebro y sus consecuencias. Pasa. Pasa mucho. De todo hay, por resumir. Y de lo malo, más. O se ve más. En general. Lo de feo, o malo, es también en general. Lo malo abulta. Es así. Pero bueno, no nos vale para todo la teoría, claro, pero se entiende. Es a vuelapluma pero que se entienda. Un poco aunque sea. Un aire. Es un ladrillo. Ok. Pero que tampoco sea una ladrillo ininteligible. Joder. A lo que iba. Ya ni sé... Que inerte puedes ser y tener sentimientos que no sean tuyos pero te los hayan puesto ahí. El sentimiento heredado que es a lo que vamos. El sentimiento pre nacimiento. Ejemplo: el reloj del padre de Bruce Willis en Pulp Fiction, Se entiende, ¿no? Ya me he cansado de ejemplos. Seguro que lo pillaste hace media hora. Tengo que hacerme una foto con los libros para que veáis que no exagero en nada pero eso será otro día.
Me hizo sentir gran alivio cuando pensé en atacar las estanterias de forma líneal. Uno a uno. Parece una tonteria. Quizá lo sea. Pero me alivió. Es cierto. Las tonterias alivian. Por eso me entretengo tanto con esto. Era un plan. Parecía un buen plan. Empezar por el primero de la primera estanteria del primer mueble. Y probar. Da igual el que sea. Mantener ese orden y mantener la atención lo que se mantenga. Si me aburre y me parece una pesadez pues no obligarme a pasar del primer capítulo pero desecharlo con fundamento, con conocimiento de causa, sabiendo de lo que va la cosa. Para ubicarlo mejor. Se pueden ordenar por año, por autor, por editorial, por estado. Por tema. Por.... Por cojones es por lo que los acabaré ordenando. Hay un orden natural que más o menos se ha mantenido. Los de gramática están en una esquina, cerca de enciclopedias y diccionarios, y los del boom latinoamericano pues van juntos, en comandilla. Asi con todo. Los clásicos. Los de poesía. Los de teatro. Es una colección chula. Luego están las novelas de Círculo de Lectores y las colecciones. Hay varias. La de Radio television española que era amarilla y aún ha amarilleado más con el tiempo. Y tengo de Orbis. Y una de Salvat. Coleccionables. Los grandes autores de todos los tiempos y esa mierda. Tengo otra esquina en la estanteria que es amarilla pero es amarillo Anagrama. Estoy orgulloso. Esos son míos. Patricia Hihgsmith. Paul Auster. Nick Horby. Irvine Welsch. Algo de Amelie Nothomb, creo. Escribo de memoria los nombres de los que me acuerdo, tendré una docena de Anagramas amarillos. De colección de bolsillo hay otro tanto. Martin Amis. Bukowski. Siempre pensé que la parte americana o inglesa de la colección de mis padres dejaba mucho que desear. Hay cosas. Pocas. Hay pero nada atractivo de los sesenta o setenta. Supongo que tiene mucho que ver con que estudiasen literatura. Mis padres. Hay mucha poesía. Toda la generación del 98 y toda la generación del 27. Muchas antologías.
¿Por qué cuento todo esto? No tengo la menor idea. Es como un logro desbloqueado en mi vida. Hay libros infantiles que me acompañaron siempre. Desde Momo a El pequeño Nicolás. Están los Tintín y los Astérix. Y cómics. Está todo junto. Y me gusta eso. Nunca pensé que me fuera a gustar. Me hace sentir orgulloso y mira que es una estupidez. Pero sí. Es la colección de libros de mi padre, en gran parte porque la compartía con mi madre, pero está claro que el afán de coleccionista venía de su lado. Y por eso es un orgullo también. Pienso que le gustaría si pudiera verla. Quizá no el criterio de orden. O puede que tuviera el suyo propio y no fuera partidario de juntar lo infantil y juvenil con lo de estudio o las novelas de tapa dura. Impresiona. Al verlo, impresiona. Pero le ha dado un toque acogedor al salón. Fue una movida mover todas las tablas. Armarlas. Etc. Fue la ostia. Y una vez acabado, fue una mezcla rara. Algo sentimental. Y un alivio pero también, de pronto, una responsabilidad. Una necesidad de ponerse manos a la obra, o manos a los libros. Empezar. Por una esquina. Por una estanteria. Por donde sea. Seguir un orden. Empezar por los infantiles. Tiene sentido o podría tenerlo. Y conseguirlo. Sería la ostia. Porque siempre pensé que sería imposible. Era como una losa. Pensar en que nunca podría pilotar. No dijo leer todo. Ni mucho menos. Pilotar de lo que hay. O más o menos. Tener una visión general y amplia. Saber de qué va la movida. De qué va la cosa. Tener un punto. Tener una orientación de lo que hay en cada balda. Era un horizonte imposible. Era una movida. Era jodido y siempre pensé que imposible. Ahora me veo capaz. Está a mi alcance. Es humanamente posible y va a ser un proceso guay. Tengo dos lupas. Por más que pierda la vista, tengo entretenimiento hasta el último día. Muchas antologías. Y mucho de todo: bien.
Es bueno. Estoy contento. Hemos hecho buen trabajo con los estantes. Está bien. Me lo repito mucho para que no decaiga. Con nada me vuelvo a hundir. Es sorprendente. Como asfixia el día a día... Es la ostia. Es una mierda. Vuelvo a esa sensación del sin hacer. Qué dañina es la hija de puta y cuánto nos quita. No lo parece porque lo que nos roba o nos sisa es de lo no hecho. Lo que no llega a materializar pero que no es que no exista. Es bueno pensar en eso. Para olvidarlo. Para liberarse. Para quitarse el peso. De lo que se ha hecho. O no se pudo. O no se recordó. Que está ahí y genera una presión invisible. Por el motivo que sea. No afrontar la biblioteca familiar es como aceptar que vas para atrás y que eres más tonto o peor lector, que viene a ser lo mismo, que tus progenitores. Y esto. Que parece una tontada y puede que lo sea. Pues me tenía hecho una mierda. Mira tú. Qué cosas. Son penares íntimos. Que están ahí enterrados. Eternamente aplazados. Que no son precisos o no requieren urgencia de forma aparente pero queman por dentro y no se apagan fácilmente. Es cierto. Para cada uno será de una manera. Y puede que no te guste especialmente leer pero eso no te libra de tener que afrontar tu propia historia. Tus propios libros por leer. Sea lo que sea, en tu caso. Es dificil dar con ellos. Los libros sin leer nos acompañan siempre. Como todo lo no hecho. Hay cosas que se hacen y se olvida. Se pasa la página y fin. Solo eso. El miedo dura porque espera en el estante. Porque está agazapado entre otros miedos, y nos controla con la mirada. Y nos ve por dentro. El miedo a lo que nunca haremos. Como si nos comiese. Como si fuera algo más grande. Que no tiene final. Que es así. Que fuimos tontos de no verlo. De no dar crédito a lo que vimos y no creer. No creer del todo. No creer en el amor. No creer en una canción. No creer en unas palabras. O en un poema. O en un lema. En una máxima. Y regir todas las decisiones conforme a eso. Tomar decisiones pero sobre todo que ellas nos tomen a nosotros. A veces me siento así. Tomado por lo que me rodea. A veces es angustia y otras, gozo. Por estar en el sitio correcto. Por saberlo. Por hacer lo correcto. Por no corregirme en mis defectos. Por disfrutar hasta el final. Por leer hasta el final. Por seguir comprando libros. Por seguir en mis mierdas. Por seguir y ya está.
Los libros se saben no leídos. Se saben familiares o distantes. Las cosas viven con la conciencia que les damos. Todas las cosas. Los objetos que nos rodean. Se saben queridos o actuan con cierto resquemor, como los parientes lejanos. Se saben amados o ninguneados. Actuan en consecuencia. Tienen su corazoncito de pulpa. Tienen su orgullo que les viene desde la imprenta. Esto nos vale para todos los objetos inanimados. Los libros son para mí pero cada vida tiene sus objetos a cuestas. Sea lo que sea. Es una teoría seria. Ojo con esto. Es verdad. Los espacios captan ondas y rollos, no sé decirlo técnicamente pero están ahí, inanimadamente pero ahí. La vibra, llámalo así. La suerte, o la providencia. O yo qué sé. Y todo eso junto. Su presencia inerte se impregna del panorama quieras o no quieras. Es así y según sea el ambiente, pues así reaccionan los muebles o la estanteria, o lo que sea. Vale para libros o para la colección de sellos del abuelo. O lo que sea. Lo que llevamos a la espalda. Es la tradición. Lo que llevan de vuelta cuando limpian el piso de la abuela. Lo que no acabó en la basura porque fue importante alguna vez. A mí me parece el todo poético esto último. Soy muy sincero. No es como Toy Story que están vivos cuando no hay humanos, es que las emociones de los humanos perduran en ellos aunque los humanos no estén. En los objetos, sea lo que sea. Los libros. Las películas. Las corbatas. Las cartas. Las fotos. Los albumes. Las enciclopedias. Lo que vestía las estanterias. La figura de porcelana. Las estampas de santos. Las vírgenes. De un modo u otro. Recogen cada uno su parte de fé. Aunque sea una cartilla escolar que siempre se guardó o el recordatorio de la primera comunión de una prima. Se guarda por algo.Ocupa espacio en la emoción y en el tiempo. Y tiene un sitio. A ver. No está super elaborada mi teoría pero me vale. Y me parece de lo más lógico. Lo ves en los sitios de segunda mano. Se huele el amor caducado. Que pasó. Que fue importante para alguien algún día y que se deshicieron de todo al por mayor. Es un decir. A ver. Cada uno tiene una historia. Vale. No es para todos igual pero nos duelen y nos alegran las mismas cosas o muy parecidas. Más o menos sentimos por los mismos sitios, no igual pero si por el mismo camino que viene y va, que trae y lleva esa emoción, ese recuerdo, esa melancolía... Y nos vale. Los libros sin leer. Las películas sin ver. Las maletas sin abrir. Y para lo que decíamos que es a lo que iba, es todo lo mismo. Siempre hay cosas por no hacer.... Siempre. Los libros se saben no leídos en la medida que tiene conciencia un ser inerte. Que es parecida a la de muchos seres vivos que tienen una ética o moral bastante inerte, y conviven con esas decisiones de su cerebro y sus consecuencias. Pasa. Pasa mucho. De todo hay, por resumir. Y de lo malo, más. O se ve más. En general. Lo de feo, o malo, es también en general. Lo malo abulta. Es así. Pero bueno, no nos vale para todo la teoría, claro, pero se entiende. Es a vuelapluma pero que se entienda. Un poco aunque sea. Un aire. Es un ladrillo. Ok. Pero que tampoco sea una ladrillo ininteligible. Joder. A lo que iba. Ya ni sé... Que inerte puedes ser y tener sentimientos que no sean tuyos pero te los hayan puesto ahí. El sentimiento heredado que es a lo que vamos. El sentimiento pre nacimiento. Ejemplo: el reloj del padre de Bruce Willis en Pulp Fiction, Se entiende, ¿no? Ya me he cansado de ejemplos. Seguro que lo pillaste hace media hora. Tengo que hacerme una foto con los libros para que veáis que no exagero en nada pero eso será otro día.
martes, 6 de agosto de 2019
La felicidad es siempre subversiva
Qué mal al querer hacerlo bien. ¿No os pasa? Que mal es más pasable que el bien que se queda en el intento. Ve lento. Empieza otra vez. Es lo que pasa. En la vida real, digo. Esto no es vida real. Ni irreal. No es vida. Hacerlo es siempre hacerlo. En eso estaremos de acuerdo, espero. Vivir es siempre vivir. Ser es siempre ser. Si eres y vives, nadie te pondrá un pero. Pero... Querer y que se vea que quieres y que se vea aún más que más bien, no, y no y no, pues mal. Querer bien y que sea peor. Querer vivir bien y no llegar a vida. No empezar siquiera. Querer ser y dejar automáticamente de serlo, aquello que fueras, mal o bien, o malo o bueno.... Que es un límite que lo mismo tampoco nos ayuda mucho a clarificar las cosas. Clarificar, justo lo contrario que hago aquí. Querer clarificar bien y que te engulla la confusión. Que te devore en plan mal. Que no esté bien. Que es difícil de explicar. El mal y el bien. Toda esa mierda. Sentir o vivir. Se siente o se vive y no hay bien o mal, quizá sí en el obrar, pero a veces lo mismo tampoco es mal, o no del todo a posta o no es un mal malo, y se queda en un mal medio regular o en un mal que rima que siempre es más llevadero o se trata de un mal no dañino, un mal no contagioso, un mal alegre, un mal que siempre saluda, un mal que felicita los cumpleaños, los aniversarios y las fiestas, un mal muy cumplido, un mal del barrio, un mal de buena familia, un mal que lo conoces desde pequeño, un mal ingenuo, un mal decente e iluso, un mal que casi ni sabe andar, un mal pequeño o bebé que balbucea la maldad y que sigue cn la mirada los ruidos o los ecos como un animal asustado, justo eso, un mal como un animal asustado... Ese mal que da un respingo, ese mal inesperado y que no es adrede. Ese mal inocente que no por eso es menos mal ni más bueno pero que.... ¿No os pasa? Espero que esto le pase a más gente. Los males menores. ¿No os pasa? Como si alguien fuera a contestarme. Mal o bien cada uno tiene sus referencias y se las fueron encontrando como los ciegos palpan las paredes que no conocen. Estamos todos ciegos ante el bien o el mal. Nos impacta. Nos lleva. Nos supera. Parece que esta escrito y no. Lo sé porque lo estoy escribiendo yo ahora. Pero es cierto el aliento de la fatalidad que nos persigue a cada paso. La nube negra de nuestros propios sentimientos. Los malos comienzos que nunca enderezan. Lo pensé cuando leo cosas de aquí que echo el ojo para abajo y me quedo medio tuerto del rollazo y rollazo y rollazo, que oye, a mí me alivia y eso es un hecho pero para poco más se me antoja que sea útil más que para ahondar en el tedio. El tedio tendido. El tedio ingenuo. El tedio inocente... Esto es una broma. El tedio es siempre culpable. Nosotros somos siempre culpables. Basta de ceder responsabilidad a la diosa Fortuna. Nuestros despropósitos son siempre más nuestros que nadie. Muy íntimos. Convicciones personales. De eso va todo esto y el mundo y tal.
Qué mal redactar y que no se te entienda una mierda. No tan mal si escribes mierdas pero qué mal juzgarte duramente aún antes de no haber concluido el primer párrafo. Qué bonita es la palabra desdeñar, en mi opinión y que feillo lo que significa. Qué mal significar en el fondo lo que no aparenta la forma. Y al revés, peor. Entra el viento y me da en la nuca, es caliente pero en mi piel parece fresco incluso. Son las cuatro de la tarde. Otro verano tedioso que me vengo al blog a descargar la ira de agosto, otra mierda más y más seca que nunca. Porque hace calor. Hablar del tiempo. El tiempo inocente. El tiempo ingenuo.... El running gag que es no ni lo uno ni lo otro. De eso va todo esto y el mundo y tal.
Qué mal querer ser gracioso o ingenioso o rápido o lo que sea y que se quede a medias. Qué mal todo lo que no concluye. No siempre es fácil acabar y a veces no parece ni que merezca la pena. Pero hacerlo es hacerlo. Acabar es acabar. Terminar es terminar. Da igual el color de la mierda, hay que echarla de todos modos. Y sí. Es cierto. Uso mucho la palabra mierda y es una mierda. Una mierda que debería desdeñar porque no me gusta nada como palabra. A decir verdad, tampoco lo que trasmite pero bueno, es para entendernos. Y sirve. O me sirve o nos va ir sirviendo en este ratito que voy a intentar no alargar demasiado. Aunque ya sea tarde.
Qué mal el querer.... En general: mejor dejarlo ahí. Aunque sé que queréis chica. Que os mola la carnaza. A mí en verano siempre me duele todo y me va fatal y se me sobrevienen todas las rupturas. Oye, no sé. Qué mierda. Qué mal el querer tener unas putas vacaciones con tu pareja y que todo se vaya a la puta mierda. Qué mal en general estar en la puta mierda en verano porque hace calor y se impone la puta felicidad. Qué mal ser feliz por imposición. La felicidad siempre es subversiva.
Y lo voy a dejar aquí que son las cuatro y cinco y no he comido nada sólido.
Qué mal redactar y que no se te entienda una mierda. No tan mal si escribes mierdas pero qué mal juzgarte duramente aún antes de no haber concluido el primer párrafo. Qué bonita es la palabra desdeñar, en mi opinión y que feillo lo que significa. Qué mal significar en el fondo lo que no aparenta la forma. Y al revés, peor. Entra el viento y me da en la nuca, es caliente pero en mi piel parece fresco incluso. Son las cuatro de la tarde. Otro verano tedioso que me vengo al blog a descargar la ira de agosto, otra mierda más y más seca que nunca. Porque hace calor. Hablar del tiempo. El tiempo inocente. El tiempo ingenuo.... El running gag que es no ni lo uno ni lo otro. De eso va todo esto y el mundo y tal.
Qué mal querer ser gracioso o ingenioso o rápido o lo que sea y que se quede a medias. Qué mal todo lo que no concluye. No siempre es fácil acabar y a veces no parece ni que merezca la pena. Pero hacerlo es hacerlo. Acabar es acabar. Terminar es terminar. Da igual el color de la mierda, hay que echarla de todos modos. Y sí. Es cierto. Uso mucho la palabra mierda y es una mierda. Una mierda que debería desdeñar porque no me gusta nada como palabra. A decir verdad, tampoco lo que trasmite pero bueno, es para entendernos. Y sirve. O me sirve o nos va ir sirviendo en este ratito que voy a intentar no alargar demasiado. Aunque ya sea tarde.
Qué mal el querer.... En general: mejor dejarlo ahí. Aunque sé que queréis chica. Que os mola la carnaza. A mí en verano siempre me duele todo y me va fatal y se me sobrevienen todas las rupturas. Oye, no sé. Qué mierda. Qué mal el querer tener unas putas vacaciones con tu pareja y que todo se vaya a la puta mierda. Qué mal en general estar en la puta mierda en verano porque hace calor y se impone la puta felicidad. Qué mal ser feliz por imposición. La felicidad siempre es subversiva.
Y lo voy a dejar aquí que son las cuatro y cinco y no he comido nada sólido.
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