De escribir se escribe más de lo que probablemente se lea y lo escrito, escrito queda que dijo Gorki, aplico a todo esta máxima a todo lo hecho, dicho y hasta pensado, ojo. Lo pensado, pensado queda. Es o lo parece un asidero de la vagueza más impúdica pero no, no es que solo baste con pensar, claro que no pero que no se despiensa, lo que pasa por la cabeza no da marcha atrás, como no se desoye la palabra dicha o no se recorta la mano tendida o el puño cerrado que no se ofrece. Uno escribe o debe hacerlo como si supiera algo, que quiere revelar con cierto control del tiempo, con plazos o se escribe como el que no sabe y busca, con el eco o con los tartamudeos o los enmudecimientos de las tartas, las polaroids de la mente, las isletas de la memoria por las que no se circula o en el sabor salado de la piel del naufrago, piel quemada. Uno escribe como cuando se quema en la playa. Con el mismo proceso, mostrando carne, exhibiendose al sol y creyendose más joven que nadie, o más audaz. O simplemente distinto y somos todos iguales cuandos nos achicharramos. Rojos todos o rosas o peor, negros, todos hechos carbonilla tarde o temprano que es lo que nos iguala y que es desde donde otros escriben: en las paradas de metro, las que sin más remedio compartimos, las dársenas de las estaciones, las estampitas de la comunión, el llavero de la torre Eiffel que nos trajo alguien que estuvo en Paris o la taza con los paisajes estampados en negro y rojo. Rojos y negros, todos. Iguales en las traiciones, en los fracasos o en los secretos. Se escribe en secreto. En descargo del enano que nos habita y se siente culpable en sus crueldades. Y melindroso con los compadecimientos. Y el tono de gilipollas, se escribe muy a menudo con un tono de gillipollas importante y es casi tan necesario como la juventud para quemarse al sol, como el sol mismo. Se escribe queriendo ser sol y sin llegar a satélite. O ni cuerpo celeste. Se escribe por aburrimiento. Ojo a lo que pesa eso. La ennui. Las noches de aburrimiento. Qué de barbaridades no se habrán hecho más que por puro aburrimiento. En el amor. Cuántos matrimonios no habrán embocado altar con el tedio al acecho. Con la vacuidad persiguiéndolos y el horizonte de tener dos televisiones y dos mandos a distancia para no discutir nunca ni aburrirse por separado. Es la vida, amigos. Se escribe lo que se vive. O lo que se quiere vivir. O lo que se quiere olvidar que se vivió. Se escribe como el que garabatea. Sin propósito. Por llenar el margen. Muchos matrimonios se empapelan por lo mismo. La guerra a los márgenes y sus miles de silenciosas víctimas. Los huecos. Los espacios. La guerrilla del vacío cotidiana. Un dolor intenso, íntimo e interno que si se comparte o se cree compartido duele menos, o parece que se trocea y que se lleva mejor. Más liviano el devenir. Pero no: trae problemas nuevos. No es un problema matemático que se resuelve con una división entre dos, pues no. Ni tres. O cuatro. O todos los que rodean a la pareja y le ayudan a mantener el aliento. En el cogote, el de la vida, y en los bajos, el que motiva. Se escribe porque rima. Por la música. Por la naturaleza. Siempre fui un zoquete para entender las notas o la armonía, porque en el fondo, me oponía a lo que parecía un sistema arbitrario de encandenar los sonidos a unas barras y unos cuadros y unos símbolos pero hace poco descubrí que la música está en la naturaleza. Es demasiado reciente el descubrimiento como para explicarme bien. No lo tengo claro. Uno escribe sin tenerlo claro, también. Para conseguir aclararse a veces y es tan legitimo como el que no usa un boligrafo ni para las felicitaciones navideñas. Uno escribe por constumbre. Por defensa propia ante un mundo que le es ajeno. Por sorpresa. O como último remedio. Como última procesión de fe. Por creer y dejar las migas de la creencia. Las reliquias. Los actos sagrados. Los versos que hicieron huevo y salió un pollito. Por los pensamientos que vuelan y los que baten las alas pero no son pájaros. Uno escribe porque mira al cielo y quiere entenderlo. Uno escribe porque quiere follar. Eso es importante: perpetuación de la especie. Por el celo: uno rima en las épocas de marea alta sexual. Con la primavera los versos son como polen y van en el aire de las tardes interminables. En el olor de la hierba cortada o la tierra removida. En las afueras, en los viajes, en las esperas... Uno escribe por soledad. En verdad os digo que ni mi gato se me acerca ultimamente. Está tan feliz en su camita y solo a las ocho de la mañana, puntual como una puta, que me busca los meñiques de los pies para morderme y que le abra la puerta. Se escribe para morder puertas y abrir meñiques. Para plantear dilemas. Para madrugar con algo con hacer. Se escribe para envejecer y sentir que ha servido para algo. Y se mezcla todo. Se empieza porque estás solo, sigues por aburrimiento y acabas rematando un tocho porque quieres morder cachetes blancos como la nieve y suaves como la cuajada. Uno escribe por hambre. Por abrirla más que por saciarla. Se escribe poco o nada en la saciedad o en la abundancia. Se escribe en la pobreza y en la traición. En el asilo. Si nos quedan palabras y no se las dimos a otros. Se deja el rastro. Se deja la sangre. Se acaba el halo. Y sigue. Negro sobre blanco. Nuestra sombra. Nuestros recuerdos. Las miserias. Como esos trasteros que se abren y se compran a ciegas, que salen en los programas de televisión sobre las subastas y que son tan chabacanos... Esos trasteros cerrados por los que se apuestan los dólares a ciegas son las vidas de los otros empacadas y olvidadas, alguien dejo de pagar y se sube la persiana. Se abre la puerta. Se tira de la manta. Se cocina la empanada: cada uno a su manera. Su mole. Su picante. Se escribe para comer. Para que coma el alma. Para que grite. Y corra. Como cuando le abro la puerta al gato. Se escribe para ser libre. Libre a ratos. Un momento. Una libertad pasajera. Un aire fresco. Un sentimiento de tiempo único. Se escribe para ser dueño de algo: una frase. Dos frases. Unos pensamientos. Hoy los planté, no le he hecho foto. Me gusta hacer foto cuando planto cosas. Para ver cómo crecen. Es mi huerto aunque me debería dar verguenza llamarlo así, y es más bien un jardín. Tengo aromáticas. Y margaritas. Geranios. Un geranio que me trajo mi madre, un tallo, de un convento creo o de un monasterio de Sanlucar de Barrameda y hoy le salió una flor. Agarró.
Pongo la foto.
Se escribe para florecer. Se escribe para agarrar. Carne. Tierra. Olor. Vida. Se escribe como saberse vivo. Para conocerse en crecimiento. Para ser esqueje de lo que fuimos. Esquejes renacidos de lo que seremos. Para no ser palos secos. No convertirnos en mala hierba. La guerra contra la mala hierba. Para abrir surco. Para sembrar el aire de esporas. Para movernos a otros campos. Para volar como cigotos invisibles. Con las ideas. Con los pétalos. Para llevarnos un trozo del monasterio, o del convento. Un pedazo de la reclusión. Un trozo de silencio. De recogimiento, una parte, una mirada que se posó en aquellas hojas que ahora miran a otro sitio. Nuevas ramas. Nuevos inviernos. Nuevos soles. Nuevos tiempos. Se escribe para medir el tiempo. En frases. En silencios. En vetas. En nudos. Para deshacer los jirones. Los hilos que desbaratan los días que pasan. Escribimos para pasar los días. Como la bola de pan para tragar la espina. Como el pez fuera del agua que abre sus agallas. Escribimos para respirar fuera del agua. Para sentir el aire que mata fuera de la corriente. Escribimos para vencer a los ríos. Que digo Manrique que eran un morir previo. Escribir para usar la sal que le sobra al agua del mar. Para beber la sal en líneas. Para darle épica a la ingesta desordenada de cocaina. O a la ordenada de lo que sea. Para beber mares. Para sudar océanos. Para cambiar cauces. Para no usar verbos. Y alejarse de la idea inicial. Para la búsqueda de cada día, que sea con palabras. Para el descansillo de las escaleras. Para la claraboya que solo se ilumina con los primeros rayos amarillos de las nueve en punto. Escribimos por los puntos. Por la ilusoria sensación de control, en las pausas, en las descripciones. En el color de las tramas.
Escribo porque es lo que querría hacer en el último aliento.
Porque siento que no he dicho absolutamente nada todavía. Para no contar nada. Para hacer recuento de todo. Para ordenar los nombres. Para desordenar los cuerpos. Por la emoción de no volver a leerlo. De lanzar botellas vacías con notas al espacio. Con sos. Con un detallado informa de manías y meneos. Por el trepidar. Por el ego.
Claro, el ego.
Culpemos de todo al ego, no al nuestro, a de los otros.
Escribimos para el ego de los demás, para que se sientan inteligentes. ara darles tarea.Y piezas de puzzle. Para que otro resuelvan. Para promover la vocación de detectives. Para el que es de natural deductor. Para eso y por gusto de ser anfitrión de misterios. Administrar el aburrimiento ajeno. Por juego. Por divertimento. Esto es casi tan importante como lo de morder piel fresca y sabrosa. No se puede subestirmar el aburrimiento, ni la maldad. Propios y ajenos. Y la maldad. Se escribe por maldad. Por rencor. Por inquina. Por desentrañar la oscuridad del alma humana menos elevada que nos repugna y nos fascina. Se escribe por fascinación. Por la Jessica Fletcher que todos llevamos dentro. Por las películas y por las series de tv. Se escribe por saber quién es el asesino. O por serlo. Por asesinar. Se escribe por asesinar recuerdos. Que crees que están muertos y aún se mueven. Y tras el último disparo, aún queda un estertor de vida en breve y mínima mota de melancolía para volvernos a dar un susto. Para desfacer entuertos. Para hacer el bien, grosso modo. O desenmascar al mal, al estilo Scooby Doo. Por ser malos por un rato. Por pura psicosis. Que junten las pistas los otros y nos descubran. El ego asesino del asesino de parrafos con ritmo. Que nos hagan turismo por nuestras oscuridades. Nuestras lunas. Nuestras caras ocultas. Que se pasen por donde nunca viene nadie. Que miren donde no se ve y completen el recorrido. Escribimos para que nos exploren. Para sacar la lengua y que nos miren la garganta con un paleta de madera. Para decir a. Para inspirar y expirar. Qué duda cabe que escribimos por inspiración. A tirones. A tiradas. A ti. Escribimos para ti. Para el tú que nunca será un yo. Para el yo que queremos ser contigo. Para el futuro. Se escribe para la posteridad. En último termino para vencer al tiempo. Y que no nos muramos. Que no se muera lo que puedas leer. Para sobrevivir aunque sea en mínimo polvo. En un estupido rastro. En canciones. En frases que den verguenza ajena. En nuestras fotos borrachos o desnudos. En nuestras noches bañandonos en el mar sin ropa. En todas las locuras bonitas que hicimos juntos. Se escribe para maquillarlas y no contar el frio que hace luego con la toalla a las cinco de la madrugada. Se escriba para olvidar lo menos bonito y juntar las sonrisas. Unir el brillo. Juntar los puntos. Mirar al filo y sentirse a salvo. Y que reunan todas las migas, es por eso. El camino. De pan o losetas. Comidas de musgo o amarillas. Da lo mismo. Escribimos por los caminos ya sean de migas o de tornados, para comer arco iris o tener apetito de cielos borrachos. Para el alma. Para lo pequeño, lo más pequeño que somos. Moléculas de amor. De apego. Para los relámpagos que nos quedan por sentir dentro. Calor y pena. Soledad y abandono. Lo de todas las edades. Lo de cada fecha. Por el oremos. Por el angelus. Por los dioses de otros. Por la fe que nos dan. Por el amor del terrateniente. Por la gallardia del capitán. Por la sal de la vecina. Por la novia del prójimo. Por la bondad de una vagina desconocida. Por los monumentos al amante desconocido. Por la soledad del escaparatista. Por la sobriedad de los escapistas. Por la aquiescendia de los magos. Por el silencio de los espectadores. Por el frio de los señores con corbata, por el dinero que no llegamos a entender. Escribimos por pura inocencia. Y cierto descabello. Por las cobayas criadas en cautividad en la empresa cosmética para probar cremas. En su nombre. Por los delfines que pasan aros de fuego. Por los leones que disimulan ante chasquidos de látigo. Ante las crueldades de circo que se viven en cada bloque. Por los que ganan tajada inmisericorde con la borrasca de lágrima. Por las chemtrails. Por todos los hijos de la grandisima puta que hemos conocido, conoceros y andamos conociendo pero aún nos tratamos cordiales porque la primera puñalada aún no ha tenido lugar, pues por todos. Escribimos para sacarnos los cuchillos de las costillas. O de las auriculas. En virtud de todas las injusticias que se cometen así, los miércoles a las seis de la tarde, de normal, de cotidiano. Con gracia incluso. Las injusticias hasta simpáticas de los miércoles a media tarde. Las tardes tontas. Las malas contestaciones. Las brechas. La gente que agobia. Los techos. Las puertas rotas. Las jaulas. Las capotas. Los centros de internamiento. Las casas de verano que son asfixiantes. La familia del pueblo. Los tontos de cualquier sitio. Escribimos por todo eso. Por todos ellos. Por la libertad en último caso, eso, la libertad, la gran libertad que dan los pasaportes a países de palabras. Por el propio gusto de la charlatanería. Para oir lo sabios que nos fingimos. Para sentirnos lo viejos que vamos siendo o lo contrario. Escribimos por muchos juegos de contrarios. Para llevarnos la contraria y convencernos. Las frases son poleas que tiran de pesados argumentos. Que sacan lo que no esperan. Escribimos para no esperar que nos lo digan. Para ponerlo en boca de otros. Los besos incluso. En boca de oros. Para relucir sin ser oro. Para darnos un poco de brillo en los labios. Sin color. Ese es otro de los mecanismos que nos llevan a refugiarnos en las teclas o los bolígrafos. Las poleas. Las palancas. Los brillos. Los colores. Los labios. Lo que no dicen, no nos dicen, no decimos o no nos decimos, para que todo eso quede por escrito.
Lo dicho.
Lo no dicho.
Lo que nos dijeron
Lo que no nos dijeron.
Lo que no dijimos.
Lo que no supimos decir.
Lo que decimos sin decirlo.
Lo que nunca diriamos que nos dirian.
Lo que nunca quisimos decir y dijimos.
Y para que florezcan los geranios que trasplantamos.
Voy a por un vaso de agua.
Tengo la boca seca y la garganta cansada de no llegar a ningun sitio.
Para eso escribo yo a veces, para que se me seque la boca sin llega a abrirla.
Con Dios.
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