sábado, 15 de noviembre de 2014

¿Cuándo volveré a escribir poemas?

Me asalta esta pregunta y me rindo, levanto los brazos al cielo mientras imploro piedad a la par que pido clemencia, y le ofrezco todo lo que llevo encima para que me deje ir. Dejarlo ir. Dejarse ir. Dejarnos ir. La primera vez que pensé esa perifrasis fue traduciendo las canciones de los Beatles, cuando era niño pensaba que Lennon se inventaba ese idioma, no era consciente de la existencia del inglés, creía que la música se cantaba con un idioma inventado, como cuando los españoles a los que sí entendía decían la la la o pa pa pa para papa, pues igual pero todo el tiempo. Un onomatopéyico juego de consonancias fonéticas sin significado y solo patronado en adecuación libre y musical a rítmo y melodía, no está mal pensado aunque fuera un niño. Tiene su sentido, quiero decir. No sé o no recuerdo con que edad fui consciente de la existencia múltiple de los idiomas, pero fuera como fuese, antes conocí a los Beatles. Lo de traducir Let it be fue muy posterior, adolescencia intuyo.

Los poemas primeros serían de entonces, los de consciencia lírica digamos, porque en el colegio creo recordar que hasta nos mandaron alguna vez como tarea lo de escribir una poesía, que no será algo que se haga hoy supongo. A mí se me daba bien, supongo por ese juego de tintineos sonoros que llevaba tiempo oyendo e identificaba en las canciones en inglés y que entendía como idioma universal de canto libre. Me gusta esta definición última. Y lo mismo es mucho suponer, pero de ahí nació un cierto instinto para la rima que puedo concluir con bastante sentido común que me ha servido absolutamente para casi nada, cuando escribía en periódicos era un coñazo porque rimaba los párrafos sin querer y en el blog pasa igual después de tantos otoños y primaveras, siendo consciente de ello que es lo peor, pero bueno, lo de los poemas nunca fue muy a posta. Esto es algo que me pasa no solo con eso, lo de que te ocurran los hechos artísticos. Como al que le cae un rayo. Es una conversación que mantuve no hace mucho, sin llegar a ninguna conclusión por cierto. En serio. Liberémonos de las conclusiones como si fueran la meta última de cualquier cosa, no seamos medio burgueses en general, porque ni siquiera su búsqueda está justificada, reivindiquemos las charlas genuinas sin el Santo Grial del sacar algo en claro, como si eso cambiase nada, que no, que no lo hace,,, Y escribir del mismo modo. Ese modo ahoga el aliento de verso que pueda quedarme vaya a saber usted dónde. Ni falta que hace, añado.

Hace poco una amiga vió mi antigua habitación llena de cajas, malherida por varias encarnizadas mudanzas y con muchos trastos en su mayoría, amontonados por el suelo un poco al túm túm pero también encima de la cama pósters, discos, pinturas, cuadros, tablas, revistas, periódicos... Y me preguntó: ¿Son tus cosas? Y le dije: No tengo cosas. Ya hace tiempo que no tengo cosas, más allá del ordenador, el cenicero, un mechero y ya. No es verdad, esa habitación y otras tantas en la casa familiar están llenas de libros... Lo de los libros es lo que más... En fin, rompí con las cosas. No sé si fue a la cantante de Transvision Vamp que le leí que no guardaba absolutamente nada y que vivía con lo que le cabía en la maleta. Odio la expresión: Tenemos que vivir con lo que llevamos en la maleta. Odio llevar maleta... Dicho así. En fin. Que vivo a veces un poco atrincherado, como en un asentamiento nómada, sin cosas, sin llenar las estanterías... Tampoco tengo afán de coleccionista, aunque siento profunda envidia por mis amigos con los discos ordenados alfabeticamente y toda la pesca. Pero no es lo mío. Tampoco me satisface decorar las estanterias. Es un poco como la mentalidad de un soldado en guerra, y que todo el resto de cosas se amontonen en habitaciones cerradas. Desordenadas, claro. Mi amiga resopló o suspiró no sabría decir, pero muy sonoramente. En plan: Pues no te queda ná... O algo así. O así lo interpreté yo. No tengo cosas, pensé luego en mi mismo diciendo eso. No es del todo cierto. Quiero tenerlas.


Mi casa es un poema.  Tener cosas, o no tenerlas más bien, tiene que ver con ello. Poemas me sobran en cada habitación, varios, composiciones largas, poemarios incluso. Cosas sin sitio, no necesarias, Cosas sin sitio, hay mucha poesía en ello opino yo, en el sitio de las cosas, la adecuación y por eso lo repito en dos frases seguidas tirando de figura, antes me las sabía de memoria, literaria, las memorice como se hace con los elementos de la tabla periódica, en ese plan, Cosas sin sitio, ni me acuerdo por cierto de ningún nombre desde hace mucho, y hay poesía decía y decía poesía colando rima espomtánea, pues os decía que en las cosas sin sitio hay poesía, en los objetos o en su ausencia que no te sirven para nada, o para casi nada y que no puedes tirar, o no sabes, o no son tuyos sino de la familia y esos muebles de formica o de nogal o de lo que sea que pesan toneladas y son feos y señoriales, todo lo contrario que los muebles montables de hoy en día, tan sencillos de líneas, tan poco pretenciosos, nada barrocos, tan funcionales, pues ese tipo de objeto que pesa y se te sube a la chepa y que es difícil ubicar. Me decía mi amiga, eso, llamas a los de Centro Reto, o los de Nuevo Amanecer o cualquier asociación de ese tipo y te limpian una habitación en una mañana, pero claro, uno piensa que esa es la salida fácil. Todo a una furgoneta y adiós muebles de varias décadas, herencia familiar, no sería en cualquier caso mi decisión. Tú vives aquí, decía ella, pues tú tomas la decisión. A nadie le importa esa encimera, añadió. Quién dice encimera, dice chaise lounge, dice mesita baja con piedra de mármol, mesa de salón de madera ciertamente trajinada, sillas barrocas y más bien incómodas o lámparas de los ochenta que ya eran feas al salir de fábrica. Son mi enemigos en el día a día, como ejemplo. Centro reto. Lo mío sí que es un reto. Soy consciente de ello, en esa limpieza eternamente aplazada se pierde gran parte de mi sensibilidad poética, o lo que quede de ella.


Escribo cuando leo. No así con las canciones que aparecen a veces sin guitarra. Se atraviesa una frase, se repite en la mente insistentemente y de esa insistencia, aparece un ritmo y en último término, una vez afianzado todo lo anterior pues aparece la melodía, Al final de todo y a veces todo eso pasa en un segundo con la guitarra colgada y a veces pues no, el caso es que ocurre, que no suele ser algo planificado, en muy contadas ocasiones y con mis compañeros en los grupos pues me han pasado unas notas, una idea y me han pedido que le ponga letra, me ha pasado poco pero lo he experimentado y es totalmente distinto, me sale más elaborado, más rebuscado y sin el punch genuino que cuando se me ocurre a mí o eso pienso yo, no lo sé, lo decía por puntualizar que es un proceso distinto y que uno ocurre y lo otro se adapta, se cuadra, se busca... La pretensión. El ánimo con el que se hace. La pretenciosidad sobre todo. Expectativas. Ilusión. Visiones. No me atrevería a llamarlo meta.  Es más intangible, una sensación. Eso pesa.Y es un lastre. Para mí al menos, en el orden de proridades y uno solo piensa, es solo cabeza. Solo nubes con pelo. Solo algo etéreo que en nada se concreta. Casi nada. Nada en realidad. Uno es nada y deja esa pretenciosidad intrínsecamente mala del querer ser. Querer escribir y querer leer suelen ser los primeros obstáculos para hacerlo. Querer a secas no es bastante. Querer en lugar de simplemente hacerlo. Simplemente hacerlo. Hacerlo, simplemente.

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