He vuelto a escribir con un propósito en firme. Con un fin. Lo de escribir aquí, es más como tender la ropa. Ropa a la que le ha llovido, un segundo intento de secado. He vuelto a escribir. Eso ya es alegría suficiente. Llámalo alegría o llámalo ilusión pero son palabras que avanzan en un camino y eso me agrada. Es un avance. Cómo en las tragaperras. Avance. Avance. Es algo. Al menos. Algo. Un comienzo. Será un camino equivocado y errático. Un sendero que se pierda en ningún sitio, y será una puta mierda, y bien, lo será y lo va a ser, o me lo parecerá como suele parecerme todo lo que escribo pero escribo y estoy andando o es lo que siento al encadenar párrafos, poner comas a mi aire y simplemente, escribir y escribir así, a mi manera según lo sienta pues me gusta. Es de otro estilo. Las frases son directas. Aquí. Allí. Voy. No llego. Ni quiero. Llegué. Me voy. Y así Y me parece bien. Con prisa. Son frases cortas. Muy cortas. Frases impacientes. Una palabra y punto. Palabras que se llevan mal con otras. Es una pelea de monosílabos. Un baile de sordos. Poca metafora. En el blog me gusta. Que corran las imágenes como si fuera un parque infantil. Como en un sueño. Lo otro es escueto. Es con prisa. Prosa apresurada. Un verbo. Un adjetivo. Es muy poca cosa. Se nos va la vida. Se nos escapa de las manos. La vemos pasar y no saluda. Ni adiós. Quería hacerlo así pero es probable que se vuelva en contra.
Es como un diario. Me molesta el narrador. Es un sabelotodo. Me gustaría mejorar en mi capacidad descriptiva. En mil cosas más. Lo de estar siempre sólo es una ventaja. Y la confusión es la que más habla por boca de unos y otros. Un buen narrador. Un buen narrador es siempre un buen narrador. Me gusta ver películas antiguas por que la voz de los dobladores me resulta familiar. Cercana. Conocida. Me reconforta eso. Me gusta el ruido de las teclas al escribir. Me gusta el hecho en sí. Me gusta escribir. No siempre aparece el narrador. Lo de diario, ayuda. Es como un blog. Somos como blogs. Cosas antiguas, a su manera. Motines de repentina verbalizacion de algo cotidiano y con poca importancia. La primera persona le parece poca cosa al gran narrador, pensó él hablando para sí mismo en busca de la persona narrativa para su relato. La primera persona es como lo facil. Concesiones a las confesiones. Pensé. Vi. Oí. Sentí y todo así. Que, a ver, bien. Pero es no salir de uno y a veces, no salir en absoluto. El relato estaba ya casi escrito. Era un relato corto pero se estaba alargando. No se habían cumplido los plazos. Él lo quería todo de inmediato, me dije como si mi yo impaciente fuera otro. El yo impaciente ni siquiera me escuchó. No hay formas de saber quién somos hasta que se vuelve al estilo directo:
- Quién eres?
Era como debía hacer sido. El que se dispuso a contestar. Soy tú antes de tu yo de ahora. En nuestras cabezas lo que no pasó sigue reproduciendo su no existencia. Encasquillado. Un final posible. Un menú de DVD en bloque. Se repite. Una sintonía para Elije tu vida. Los debía haber sido así son casi más importantes que los como realmente fue. Es una guerra de guerrillas que se libra silenciosa en una parte de nuestro cerebro por donde nunca pasamos la escoba. Tengo la cabeza sin barrer ultimamente, es cierto. Y aquí puede hacer ocho nudos a la cuerda para desquitarme de que lo que sea que escriba en otro lado para que quede sólo como un lindo lazo. Aqui la sinrazón y en lo otro, las flores. Es un decir. Un reducto de libertad. De varios usos. Poder meter la pata. Poder cagarla. Ojala conocer a alguien y que te dijera: No te preocupes, puedes equivocarte todo lo que quieras. Qué tranquilidad. Soy todo margen de error contigo. Me parece hasta bonito.
Me gusta escribir. Cuando vuelvo a hacerlo, me pregunto que es lo que me lleva a desistir. A no hacerlo. Y, sí, claro. No siempre hay tiempo o ganas pero es algo más. Es como no entregarse. No del todo. No querer sentir algo Y que luego resulte que lo que sentias era una mierda. Escribir. Y ya está. Y con todo lo mismo. Amar y ya está. Cenar y ya está. Pasear y ya está. Pero no es suficiente. Algo sencillo. Directo. Unívoca. Una realidad tangible pero escrita. Entra por la ventana un cuadrado de luz ocre. Color miel y está ensalzando la pared de gotele. Estoy en la cama. Se oye la música de los vecinos. Son las nueve. Se alargan las tardes. Un bonito atardecer para estar escribiendo frente a una pantalla brillante. Me sale mal lo de describir. Ya hay gris. La miel es cemento. De aquí a nada, será de noche. La luz de la mesilla es verde. Compro bombillas de colores por que las otras explotan. Subidas de tensión. Instalación vieja. Como yo. Poco instalado para la edad que tengo.
Escribir es importante aunque sean gilipolleces. Las gilipolleces son importantes. Las tonterías. Hacer las cosas sin juzgar. Es importante. Sin ninguna duda lo que mas pensamos desde que somos capaces de hacerlo son estupideces. Tonterias. Nimiedades. Invenciones. Asociaciones de ideas peregrinas. Ideas nomadas. Ideas sin casa que ni siquiera viven en las afueras. Es la mayor parte del tiempo y da igual que seas una lumbrera o que leas, o estudies o solo veas cine de autor, piensas mucho material de desecho. El cerebro es asi. El de todos. Escribir eso. Ese barullo. Ese tintineo. Ese jaleo. Escribir de un modo cotidiano. Como un acto mas de higiene. Como el que templa un instrumento. Escribir como el que se cocina la cena... Tener hambre de palabras. Querer cocerlo todo. Es una manera de emplear la soledad y la tristeza en algo útil. De varios usos. Es algo bueno. Poner en orden tus pensamientos. O lo contrario: desordenarlos más. O el reto definitivo, escribir sin pensar en nada.
Escribo como el que entrena. No sé para qué. Es como documentar la confusión. El músculo de la escritura, volver a ejercitarlo. Encontrar el tono. Correr seria mejor. Tengo bastante claro que me vendría mejor ponerme una sudadera y salir a trotar loma arriba pero sigo tumbado. Hoy di tres golpes con la azada y siento que he cumplido. Me queda mucho por hacer y a veces, es el motivo para cansarme antes. Me he puesto a leer. Me he acabado el libro. No me gustó el final. Esperaba otra cosa. Los finales que queremos. A lo mejor va de eso lo de escribir. Poder ponerle un final. El mejor final. El final que ya estaba desde el principio. Pero lees y te sientes bien. Al menos durante un rato. Escribir es importante pero leer mucho más. He empezado con otro libro del mismo autor de inmediato. Me he pulido el primer párrafo en un parpadeo.
Para mí, la tiene. Escribir es importante. Querer hacer algo. Hay etapas de querer algo y temporadas de no querer nada de nada. Nada. No. No querer. Frases cortas. Ideas muy concretas. Casi ni ideas. Lo de antes de llegar a la idea. Las afueras de las ideas. Los barrios pobres de las ideas. Las chabolas de las ideas. Igual ya quedó clara la idea... Y he pasado por las mismas fases. He vivido a las afueras de las ideas y me he vuelto andando y no es tanto. Haces ejercicio en lo que se enciende la bombilla o te cansas de pensar estupideces. Ahora quiero moverme y eso es bueno. Muy bueno. Del agua estancada, no esperes nada. Es un dicho. Lo escuché hace poco.
El estancamiento. Para qué. Cómo y hacia dónde. Lo del camino es una metáfora pero también se establece un itinerario. Es como un diario pero empecé a intervenir en la línea temporal. Otra mala idea que vino sin ser invitada. Y funcionaba. O eso creía. Las cosas funcionan hasta que dejan de hacerlo. Y dejó de hacerlo. O quizá nunca lo hizo. Y me di cuenta entonces y me vi estancado. Escribo esto por eso. Por saltar esa valla. Por avanzar. Por liberar la presa. Son sólo palabras. Es sólo agua. No moja. Es sólo lluvia. Leer es lo siguiente que he vuelto a hacer. Leo rápido. Lo hago poco. Es como no querer tomarse en serio una relación, para que no te atrape y te devore del todo. Estar como amigos. Jugar a la superficialidad. Mantenerse a cubierto. No entregar el cetro. Valerse por uno mismo frente a la propia soledad. Sale mal antes de que empiece. Y volvemos al mismo punto. El estancamiento..
Cuál era el sentido. Empiezas. Escribes. Lo vomitas. Lo lees. Pensaba: Será gracioso. No lo es. Será ameno. Pues tampoco. Para qué. Para qué era esto. Para qué es todo.
El sentido de todo. Hay cosas peores. Muy malas. El origen del mal me tiene a mal traer. De dónde viene. Da igual. No es lo peor pero buscar sentido es jodido. Y buscar el sentido de las cosas es lo que más te lleva a perderte. No hay sentido. Nada lo tiene. No hay un fin. Pasan cosas... Y eso es todo. Pasan cosas a la vez todo el tiempo. Pasan cosas como dentro de una lata de sardinas y no llegamos a ser ni una escama. No nos enteramos de nada. Al menos, yo. Nos pasa el tren de la vida por encima mientras tratamos de llegar al andén correcto. Vaya mierda de metáfora. Las metáforas ferroviarias en general deberian esrar prohibidas.... El tren. El tren. Que le jodan al tren. Pasan cosas. Pasan como los trenes se paran. Pasa y punto. Y te esperas. Si te toca esperar, pues te esperas o aprietas el culo, sí es lo que hay que hacer y un día no te responden las piernas y punto. Siguiente. Y a paseo. Es muy sencillo. Pasan cosas buenas también. O que lo padecen. Algunas pasan porque sí y sin previo aviso, y otras, pues se ven venir desde muy lejos y de la misma forma, te pegan en la cara como una farola que no ves. Farolas apagadas. Apagadas a cabezazos. Farolas traidores. O señales de tráfico. Mirada gacha, envite severo. Choque frontal. Así es la vida. Golpe a golpe. Despiste a despiste. Como si fuera gracioso. No tiene sentido. Tiene que tenerlo para ti, me dijeron hace poco Y no, no estoy de acuerdo. Los sentidos o el sentido de las cosas no es algo personal e intransferible. No lo es. No lo creo. Hay un significado. Puede que me haya ya cansado de más. Voy a preparar algo de comer. Mañana será otro día. Pero igual intento escribir algo más hoy.
Desde mi yo de antes de ser tu tú de haberlo leído.