viernes, 10 de diciembre de 2010

Elegir el número de narradores

Leyendo "Boquitas Pintadas" de Manuel Puig veo como introduce ciertos tipos de narrador. Cartas. Trozos de revistas. Repuestas de un consultorio. Una narración, minuto a minuto. Una historia contada en álbumes de fotos. La edición es de Seix Barral, Biblioteca Formentor, publicado en España en 1982.
Me gusta. A veces me despista.


Leo también "En la vida de Ignacio Morel" de Ramón J. Sender veo como introduce ciertos tipos de narrador y directamente, ¡una pieza de teatro! De varios folios. La lee en un magnetofón su autor. Por eso se reproduce integramente. Es el Premio Planeta de 1969.
La portada es de Riera Rojas.


Me pregunto si eso no es ya demasiado antiguo. Buscar diferentes formas de presentar al narrador. Fragmentar el texto, ¿dificulta la lectura? ¿Es moderno? ¿Es útil? ¿Es necesario? ¿Es antiguo? ¿Una complicación innecesaria?
Intentaré contestar alguna pregunta cuando me termine alguno de los dos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

¿La correspondencia es literatura?

Buena pregunta. Hasta hace poco habría dicho que no, claro que no. Tajantemente, no.
A día de hoy, no lo sé.
Recuerdo la lectura de las cartas de Truman Capote, recopiladas en "Un Placer fugaz", como la mejor semblanza del escritor, el personaje y el reverso sombrío de la figura popular.
Me lo compré en edición bolsillo. De oferta en un puesto de la calle. Una portada horrible, con un Capote casi decrépito, con una tratamiento gráfico que lo presenta más calavérico. Como él a si mismo se describe, en las úlltimas cartas de su vida.

Tuve en varias ocasiones la sensación de estar haciendo algo indecente al leer las cartas de Capote. Eran privadas. Muy privadas. Contenían secretos. Hablaba mal de alguien y pedía que le guardaran el secreto. Es curioso leer eso en un libro. Tenían figuras muy conseguidas. Se expresaba con soltura y libertad. No son cartas de amor. Son cotilleos, más bien. Se aprecía la sibilina lengua de Capote a la hora de poner motes a sus amistades y su condición de gran escritor en la profundidad de algunas frases o imágenes, pero sobre todo, son cartas personales y habla de su vida.
No son cartas de amor, en cualquier caso.

Al leer "Cartas de amor a Nora Barnacle" de James Joyce, ahíia ya no hay duda y la cosa cambia porque uno se adentra como lector en la más morbosa intimidad de una pareja.
En su amor, como dice el título.
La sensación de indecencia es acuciante, al presenciar el dialogo de dos amantes que se hablan sin tapujos.
Dialogo carnal y explicito.
Cómico a veces de tantos detalles como se intercambian.
Por supuesto, el escritor está presente. Se nota su pulso. En una de las cartas, le dice: Te lo voy a describir... Y en las dos siguientes hojas, describe cada detalle de la habitación o de la mesa, o de lo que quiera que estuviera describiendo porque al final, ni lo sé pero demuestra su calidad.
La mayor parte del tiempo no escribe así. Es todo liviano. Sucio (una palabra que repite muy a menudo) y espontáneo. No habla con conciencia. Se expresa desde el sentimiento vivo y descarnado.
No es literatura, desde ese punto de vista.
Cuando anticipa que va a hacer una descripción, la hace como se hace la literatura. O como Joyce hacia la suya.

En resumen, ¿la correspondencia es literatura?
¿No es indecente leerla? ¿No es simplemente el interés morboso?
¿No debería ser un delito leer las cartas de otro? ¿Si los autores están muertos ya no importa?
¿Debo sentirme culpable si me gusta ahondar en esas privacidades y disfruto con los libros de cartas?

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Red

No hay mayor pecado que usar metáforas gastadas, en mi opinión.

En lugar de titular este post "La Red" lo podía haber titulao "Tus caderas" y habría cambiado mucho la imagen que se sugiere, siendo la misma imagen la que se ve.

¿Moraleja? Menos red. Más caderas. Y más metáforas, claro.