lunes, 23 de mayo de 2016

Antes y después de ella o ellas

Me cuesta contar el tiempo y me pasa por ejemplo con los recuerdos con el grupo o en algunas fotos que me confundo y las ubico años atrás o adelante, es un poco como Jesucristo, como iniciar el conteo y ponerle las iniciales pero con amores; antes de ella, después de ella, y hoy lo leí en algún sitio, que se cuenta el tiempo, los años, por las relaciones, los dos años de nosequién, los seis meses de nosécuál y bueno, es bastante patético pero es cierto, inevitable quizá, y todos lo hacemos, y hay lapsus sin amor en los que parece que no pasa el tiempo o que se para.*


Nunca se para el tiempo y tampoco parece que pare la cabeza o que paren los sentimientos, veo fotos antiguas, trato de acotar el dolor, de prevenirlo, de pensar en los pasos, de definir las fases, de recordar antiguos sufrimientos, y no hay rastro o solo queda un eco lejano, busco los golpes, los morados o el cerco macilento de lo que hizo más daño dentro que fuera, y no están porque las cicatrices las borran células nuevas y mudamos como serpiente el traje que nos rompieron a jirones y ya no identificas el origen de las manchas o ya no sabes si fue el alambre que te clavaste o la picadura de un insecto desconocido o el cuchillo que se escurrió, los golpes duelen y el dolor se pasa con el tiempo, repitelo como un mantra, repíteselo a tu ego, que el ego lo diga en voz alta y puedas escucharlo: los golpes duelen y el dolor pasa con el tiempo.*


Recuerdo los puñetazos en la boca del estómago en el patio del colegio que dejaban sin respiración durante diez segundos si venían a traición, y eso es el dolor, o eso lo fue siempre para mí, los diez segundos inesperados, los diez segundos inesperados después del ya no te quiero, los diez segundos inesperados después del portazo, los diez segundos inesperados después del adiós, me voy o del mensaje que corrobora la mentira, los diez segundos de oh, sí, era verdad lo que negaba, o del oh, sí, era verdad lo que ya no sentía. Los diez primeros segundos de aceptación. La aceptación salvaje e inesperada. Las complicaciones de cada caso. Cada ella. Con cada yo suyo. Con cada día que no fue nuestros y con todos los que lo fueron de una forma única. Quitarse ese corazón. Que te lo saquen duele más pero a veces, es mejor. Que no te dejen sin cuerpo. Que no se lleven la mente. Que no te cambie. Pensar en el tiempo, en sus ciclos, en los momentos que no van a repetirse. Pensar en los viajes y confundir a las acompañantes. Con quién fue. Quién era yo entonces.*


Nunca se para el amor, a nuestro pesar o en nuestro pasar, en nuestro pisar y en el pulsar de cada uno en las cuerdas del multiverso, me sorprende no volver a vernos, que sea tan poco juguetón el destino, que no nos busquemos, casi peor. piensa uno en enterrar el cadaver y en esos emails largos con dedicatoria que terminan por ser cartas desesperadas con dudas, que terminan por ser listas de reproches, que son peleas en formol, que son disculpas para sordos, que se vuelven guiones para no ser nunca leídos, historias descartadas, vías muertas sin vagones, sin energía, sin movimiento. Un árbol cortado. De raíz. Es lo que somos y es lo que mil veces nos ha pasado. Y si tenemos una visión amplia o si ya tenemos unos años, hemos estado en los dos sitios, a las dos bandas. El que deja. El que es dejado. El que no aguanta. El que es aguantado. El que cae. El que se deja caer. Es complicado en cada caso. En cada casa. Se olvida la ternura. Se olvida que te llamaba bichito. O que te llamaba bebé. O que te decía amor. Y se olvida el olor. El olor es la última magnitud del tiempo. El jabón de los hoteles me recuerda a su cuerpo y las duchas juntos. Eso está tardando en pasar. Volver a tener corazón. Volver a viajar con alguien con ilusión. Volver a entrar por primera vez en una habitación de hotel de mala muerte. Volver a ser yo. Volver a descubrir un nuevo olor. Volver a tener nariz.*

viernes, 20 de mayo de 2016

Reducción de daños

no se puede salvar al toro
es lo que le diría a los animalistas mirándoles a los ojos, no se puede garantizar su salvación, quizá salga medio qué al final pero lo más probable es que muera, el caso es evitar el sufrimiento
no se puede mantener tal cual la tradición
es lo que le diría a los que maltratan animales en sus fiestas populares porque es lo que han visto hacer desde pequeños a sus padres y a sus abuelos en sus pueblos, y a esos que defienden las tradiciones por encima de cualquier otra consideración les diría, con su pupila en mi pupila, que no se puede preservar un acto que causa dolor solo por el hecho de que lleva siglos causándolo


Reducción de daños
amigos
A unos y a otros
Reducción de daños, es el único camino


Los toros morirán y las tradiciones seguirán pero el daño causado puede ser el más racional posible o el menos irracional si prefieres o el menos aleatorio, pensarlo al menos, un daño pensado, un dolor lo más calculado posible y la muerte, eso sí, inevitable pero no cruento ni salvaje pero sí inanulable. Mira que los toros me resultan más bien agresivos y poco estéticos, o violentos como experiencia estética al menos y desde luego, no me conmueven de ninguna de las maneras. Intuyo que la vivencia viene de la empatía de sentir cerca el pitón, que es lo que se vive en las corridas y en las carreras. en los encierros, en las fiestas populares... El peligro. La emoción. Todo eso se entiende. El que lo ha vivido desde niño. Estamos de acuerdo. Pero eso no puede justificar un daño salvaje.

A mí me dan igual los toros y casi todo si me apuras pero lo aplico a las relaciones, en las que si pienso y me siento conmovido con ellas. Si tengo que elegir, apoyo a los animalistas pero su causa también me parece que, en ocasiones, se vuelve un tanto ingenua o bueno, no es ingenua  la palabra exacta, quiero decir, que lo de que los toros o los animales que sean, mueran pues es así, es inevitable, como cuando mi gato caza pajarillos solo por entretenerse o entrenarse, no se los come ni nada, es como torear o bueno, no está muy bien explicao pero espero que más o menos me sigáis en la estela de argumentanciones. Reducción del daño después del amor. Que esté menos afilada la banderilla que te deja la ausencia de la persona querida, la ausencia no temporal sino permanente. Algo más estudiado, más fino. Un veneno. Un sedante. Que no haya que hacer hoyuelo con la punta de la lanza y que surta efecto la quimica, se debilite el animal. Con el amor es muy parecido, es igual. Se debilitan los animales que llevamos dentro.

Reducción de daños
Y para todo. Las banderas prohibidas. Los sentimientos nacionalistas. Los partidos políticos y sus pactos de gobierno. Para todo es lo mismo. La misma actitud. Lo mismo.
Reducción de daños
Porque es lo único coherente y parece que somos justo lo contrario, cuando se ven imágenes, por ejemplo en Tordesillas de los pro pegándose con los antis es como... Esto no. Es justo lo contrario. El daño máximo. No estamos de acuerdo y vamos a pegarnos hasta que uno de los dos claudique. O me ato a un árbol o me encandeno y los otros me sueltan al toro, una salvajada. Riesgo de daños. En lugar de reducirlo, todo lo contrario. Crecimiento exponencial. A forma de descerebre generalizado y ya para el del próximo año, quedan como cuatro o cinco meses ya hay quedadas para darse mecos, daño y daño y más daño. Que si el toro hablara diría, haced lo que queráis conmigo pero no os pegéis que no está bonico. No está bonico enrrocarse en el daño. Parapetarse tras el dolor causado y tras lo convencional, la tradicion y sin más, o lo justo sin más miramiento, que sin perspectiva y sin hacerse a cada sitio, imponer lo que es justo puede convertirse en lo contrario simplemente porque es impuesto.

¿Es posible?
¿Que duela menos?
¿Que sea màs lógico el dolor?
El que genera el debate político sobre todo.


por puntualizar

cuando actualizan el estado de facebook todos los usuarios y todo el mundo está haciendo exactamente lo mismo: escribir en la casilla donde pone ¿qué estás haciendo?

diy


jueves, 19 de mayo de 2016

pensar no filters

Pues uno es que es lo que no se ve y en la foto el aire se mueve aunque no lo veamos, que qué quiero decir con esto, pues que una con la cabeza bien amueblaica, sueldo fijo, coche, piso, óvulos en orden y dispuesta a la reproducción pues no va a ser la que se te acerque. Por lo que sea. El hábito no hace al monje pero un habito es un hábito y un monje pues un poco cara de monje siempre tiene aunque vaya en bañador o con el tiempo se le pone, quizá por el hábito. La fe y la constumbre. Habituarse a creer. Creer de cotidiano. Y cuelo mensajes en plan positivo de soslayo porque todo me parece un horror y una estulticia. Estulticia es una palabra que se usa poco. No hay derecho. Las palabras en paro. Me siento conminado por las palabras en paro. Concernido en el desuso. Por algo será. Algo habrá hecho, que decían cuando pequeño. Algo habrá no hecho, en mi caso. Omisión es mi cubeta de pecado predilecta. El pecado se mueve aunque no lo vemos. Cada día menos.  Hay gente que se queja y gente que se jacta, parecen diferentes tipos de persona pero es solo uno. A veces tienen días buenos, a veces no se levantan de la cama. Hace dos días me dieron una noticia horrible. El pecado en paro. Me concierne. Me conmina. Eres lo que no dices. Eso lo pienso mucho. Cuando veo una foto de una mesa llena de platos a medio terminar y me imagino el proceso de shooting del comensal. Lo que no sale en la foto pero está. Eso pasa en cualquier segmento aislado de tiempo, como una frase. En todas las frases. Sobre todo en estas frases. En las mías, vaya. Debería de tenerlo todo un poco más claro pero abundo en la idea, soy lo que más o menos vislumbro pero en su mayor parte, me define la confusión que arrastro. A mí y a todos, que no soy yo el tonto. Somos lo que no nos entra en la mollera. Nos definen nuestras limitaciones. Nuestra inquina. Nuestras miserias y las frases fuera de sitio. Las verdaderas metidas de pata. Nos definen nuestras patas. Las que dejan huella de nuestra pezuña interior. La que no se ve. Y no se te van a acercar las bonicas porque a ti lo bonico no se te ve, me dijo una amiga y está más o menos ficcionado porque no eran esas las palabras pero sí el espíritu. Las locas. Las curiosas. Las enfermas. Las grupis segunda división. Las reinas de la pista. La que no sabe lo que está haciendo con su vida. La que no se recuperó nunca. La que cree que sabe lo que hace. La perdida del pueblo. La que viene de vuelta. Surtido variado. Artistas. Pintoras. Cantantes. Pianistas. Idealistas. Soñadoras. Trabajadoras a cuenta ajena con poca facturacion en general y sin contrato fijo, con muchos proyectos, eso sí. Largas vidas académicas con sus zancadillas y sus miserias. Un abanico lleno de matices y, por qué no decirlo, desórdenes alimenticios. No problemo. Ese extraña decadencia que atrae. Esa fatalidad. Una colección variada de fatalidades. Qué puedes esperar. Acaso no eres tú un buen fatalista y a veces fatalero. Pues entonces. Que es un poco eso a lo que voy. Y a mí la verdad con esa querencia de siempre por las minorias pues que tampoco he tenido ninguna objección nunca en la colección de caras B y rarezas, en descubrir y conocer, investigar la anomalía amorosa o emocional e indagar la psique perturbada, pero ay, caballo viejo de la sábana, porque estás viejo y cansado, que ya se hace cuesta arriba la intensidad de las intensitas. Que ha sido siempre mi campo y lo he arado con gusto pero el tiempo vuela, amigos. El drama alimenta el alma, no lo niego pero se van imponiendo las lógicas reproductivas o eso pensaba yo, que siempre he tenido como muy metido en la mente lo de tener crías humanas, con el tiempo veo que la experiencia sigue siendo la bomba pero no sé, desde que tengo gato, he madurado. Y no tenemos el timón. No quise tener gato, llegó. Pues lo mismo con las crías. Usando condón always a ser posible pero que si llegue que lleguen y tal. Que es como decir que cree que Dios existe. Tengo la casa empantanadísima que estoy por llamar a los bomberos y que me saquen con escaleras. Es tremendo lo que me para a mi lo de la mierda y lo que mal que llevo las telarañas en la casa del terror. Podría usar ahora mil excusas pero es eso, solo eso. Cuando escribo en el blog, que es cuando me da el nervio, pues casi siempre coincide que debería estar limpiando la casa. Eso es porque la casa, sí o sí, siempre está sucia. Hablamos de planes de emergencia. Y casi siempre por motivos de terceros. Me explico fatal, escribo con los pies pero vosotros me entendeis porque veis más allá del marco de la foto. Y no os importa que esté desenfocada. De hecho ni siquiera os importa que esto no sea una foto, por que? porque nada importa demasiado y eso, que podría parecer agorero o malo, es extraordinariamente bueno. Entendeis lo que quiero decir, porque para eso habéis llegado hasta aquí, para entenderlo todo. Lo que la gente quiere mostrar por lo menos te dice lo que no quieren que veas, lo que ponen delante y lo que disimulan. La parte que dejan a media luz. Y lo que ponen bajo el foco. Pasa en las redes sociales pero también en las barras de los bares. A mi ego le pido bebida propia. Vamos de dos en dos cuando salimos solos. Salgo poco. Los problemas con alcohol no se arreglan pero es ineludible que algo sí que se consiguen diluir, hasta el día siguiente al menos. El día siguiente es casi siempre distinto del que creía que iba a ser. Esto es algo que no deja de sorprenderme y me aterra. Pocas veces espero que el día siguiente sea mejor de lo que uno espera. Casi nunca pasa. Es siempre peor a peor a peor... Ahora mismo, leyendo este ladrillo de banalidades estamos mucho mejor de lo que estaremos en un par de horas. Si nos viéramos al micróscopio, se apreciaría lo realmente bien que estamos leyendo mentalmente esta frase que una vocecilla, que se parece pero no es la nuestra, la va siguiendo como un eco lento y repite en voz alta: Joder, qué bien estábamos ahí, entonces, en el blog... Allí, en el blog. Tan bien. Tan felices. Tan únicos. Porque luego pasa el tiempo y todo parece una estupidez. Hoy intenté hacer una letra. No me acuerdo de nada, lo pasamos muy bien. Así empezaba. Era medio rockera. No me acuerdo de nada, lo pasamos muy bien/Me has cambiado la vida/desde que te conoci ayer/nunca voy a olvidarte/aunque no te vuelva a ver/voy a quererte siempre.... Pero dime como te llamas, o algo así. Pero eso último no rima. Tengo que dejar esa mierda. Lo de letra irónica. No se pilla. La peña es literal. Y a quién le importa la peña... Ya. A mí, no. Me importo yo. Y pienso que me siento muy inteligentito y muy sagaz haciendo estas letras pero con el tiempo digo: bullshit. No está mal la idea primigenia. Lo de que cuando mejor te lo pasas, terminas por no acordarte de nada. Y que la gente que no conoces te encanta y te fascina. Lo nuevo. Lo desconocido. Lo imaginado. Hasta que se vuelve una mierda como todo. Me estoy plantando ultimamente con el pesimismo en las letras. Una cierta tregua. No es justo tanta negrura. Hay más. Más de lo que tirar. Más que decir o señalar. Es un poco ya de masoquismo. De llorería. De pavazo. Y ya se me ha pasado. Con el último disco se me ha pasado bastante. Es un fin de ciclo clarísimo: me cuesta sacar canciones nuevas. Salen como siempre. A chorro. Pero no tienen... Cómo decirlo. Fallan en algo. NO sé qué es. Parte de un proceso supongo. Calma. Buenos alimentos. Ladrillo de banalidades. Afterall, another ladrillo de banalidades on the wall. Antes, con el mismo fraseo de acordes, pensé otra estrofa. Dime dime dime. Copiando a los Cure con el Tell me tell me tell me.... Dime dime dime como quieres que lo arruine/dime que te iras antes del declive/antes de que sea detective/ antes de las canciones tristes/dime dime dime que te gusta y que te ries/ dime dime dime que te gusta el desafine... EN FIN no me convence tampoco na de na pero no es ritmillo The Cure es plan rollete guarrerrillo entrañable al estilo Lemonheads.... Empezando el dime en Fa .... No termino de llegar a estribillo firme, naufragando entre estrofas más bien endebles. Para qué decir otra cosa. En la letra casi todo es lo que no se dice. Pasa como en las fotos de comida de facebook. Tengo tanto que limpiar. Y tengo que ir al estanco. Montaña rusa de emociones. Agenda a tope. Tengo la zona de confort hecha unos zorros. Y en la radio está un programa aberrante, pero está en la cocina y no me levanto para cambiarla, ese podría ser el título de mi biografía y no tengo sábanas limpias, la lavadora está rota... La gente que se queja y se jacta es solo un tipo de gente. Son los mismos. Días buenos, días malos. Estoy super cansado. Me cansa escribir. Aunque es porque no duermo, claro. Eso es lo que más agota. Una noche sin pegar ojo y pegar frases sin ojearlas casi. Insomnio automático. Vigilia escritora. Pronto parlante de lunas. Está todo flotando alrededor. El aire de las fotos. En el revelado, en el proceso químico se atrapan las mota de polvo no por resolución, sino por efecto de la plata, ya hace siglos, un relámpago. Esos aires. Esas fotos. Esos daguerrotipos del alma. Algo se llamaba así, no? Qué era? Una canción? A veces me marea. Lo de no dormir y el café. Esto importa cero, señora. Soy consciente, oiga. No se cisque. Que me hago cargo del corto espectro de sus intereses ni las motivaciones por las que aquí se encuentra. Que, vamos a ver, retomando el hilo. El hilo principal porque esto está ya deshilvanado de muchas líneas atras, así que echemos pespunte. Hilos. No dormir. Café. Una canción. Tener siempre una cancion a mano. Eso es importante. Hay dolor. Hay muelles. Hay sitios a los que no volver. Gente a la que no vamos a volver a llamar. Por lo que sea. Esto no importa lo más mínimo. Estamos de acuerdo. Pero qué importa. Nada. Es todo bastante frívolo. Sí, la Historia. Sí, las historias. La gente. El corazón. Los pequeños. Los pequeños corazones que laten a pesar de los pesares. Los pesares importan. Los pesados no le importamos a nadie. Desafiamos la paciencia de cualquiera. Vamos por ahí como locos desafiando paciencia a duelo a muerte al amanecer. Y que eligen ellos modo. Florete. Pólvora. Pistolón. Trabuco. A fuerza de entradas de blog. A fuerza de bucear a pulmón. De buscar en fotos desenfocadas la verdad. De verse bien en donde no se te reconoce, esto es muy de Facebook. Ser listo y comprometido, agudo y mordaz que es más de Twitter. Ponerle el filtro Hefe o Valencia a todas tus vivencias. Pensar con el filtro Valencia. Pensar con el filtro Lo fi. O pensar no filters o no pensar en filters. Vivir con ojos de instagram. Tengo tanto que limpiar. La tentación de ponerle filtro al fregadero es enorme. No lo haré. Lo de filtrear, limpiar es obligado. No me queda otra. Mientras no empiece, será cada vez más y más grande. Estoy tan derrotado. Quiero una prórroga. Quiero un batallon de limpieza en mi puerta. Que me dejen los textos que brillen. Quiero un negro que me escriba. Un negro mudo. Con curso de mecanografía. Una negra muda que le gusten los bailes regionales. Vale todo tipo de mestizos. Quiero esclavos. Para soltarme a mí las cadenas. Quiero terminar de fregarlo todo en lo que dura un parpadeo y abrir las ventanas para que se seque rápido el suelo, eso es todo. No es tanto. Lo peor, lo de la lavadora. Lo más extremo. Debo poner otra. Con reparo. Porque suelta agua. Qué desastre. Tener toallas de reserva. No sé por qué cuento estas mierdecillas domésticas. Dónde quedó el pudor con la desgracia cotidiana que nada o casi nada aporta. Estoy acojonado con la lavadora, querido amigos del blog y me viene especialmente fatal tener que jubilarla, que ya tendra hoja de servicios de veinte años mínimo. Una movida, amigos. Una verdadera movida.

martes, 17 de mayo de 2016

si no las recuerdas, es que son demasiadas

Un blog personal se tiene, lo primero de todo, para pedir disculpas por lo poco que lo atiendes y reiterarlo, a modo de oración en el principio de cada entrada, ser insistente con ello y escribir sobre lo poco que escribes en él lo más que puedas con tono llorica y quejicoso sugiriendo que andas muy liado por esto o aquello, dejando entrever que son proyectos de fuste que te tienen excepcionalmente atareado pero que echa de menos escribir en el blog y bla bla bla y lo descuidadito que lo tienes y que si te han pasado mil cosas y bla bla bla y que poco tiempo y bla bla bla y que, en general, escribes menos y dedicas menos tiempo a internet como si fuera un pariente que has dejado de ir a ver. Así que, insisto, qué mal y qué poco escribo por aquí y qué mucho y qué bien que me viene ponerme frente a este espejo a hablar con su cristal porque es eso, en mi caso, lo que hago. Hablarle a un cristal. El cristal es la pantalla. El cristal en blanco.

En mi caso, un blog personal se tiene también para obra, para poner tus mierdas podríamos decir más técnicamente, y eso lo engloba todo: diseños del Paint, dibujillos, fotos, canciones... Sobre todo canciones porque no sé si os habéis fijado pero al lado de mi nombre en la firma al final de cada entrada pone un sobrenombre y es el nombre de mi grupo... Enrique Octavo. Así que, lo primero, es que siento de veras lo poco escribo por aquí, porque hay que ver lo poco poquísimo que escribo por aquí que no había nada nuevo desde abril y qué malamente que me sale cuando me pongo, todo hay que decirlo y que, lo mismo, es por eso la poca asiuduidad y lo segundo, pues mis mierdas, que mira en estos últimos meses, pues cómo te canto o te enlazo o te pongo el vídeo o el audio de las canciones nuevas del nuevo disco que, por cierto, tenemos nuevo disco.

Lo tercero, mi huertillo. Lo pone en la bio que tengo un huerto y bueno, ahora debería actualizarlo y poner que tengo arriates yermos o una selva de mala hierba que es más bien a lo que se parece lo que antes llamaba huerto, y que podríamos decir, para ser del todo sinceros, que a día de hoy no existe y es un jardín, muy florido eso sí, del que no hay fruto alguno al que agarrarse pero la batalla no está del todo perdida. No todo son llantos que he plantado margaritas de muchos colores y tambien caléndulas. Geranios gitanos. Un tallo agarró. Pillo menos la azada que el teclado para meterme en el blog a escribiros con la diferencia que en el jardín, de lo que no cuidas o no riegas, pues se seca. Y mira que no soy muy asesino de plantas. Solo un poco. Tengo mano. Solo se me secaron unos geranios estirados y largos que transplanté y que parecían mini antenas de alta tensión, que llegaron a florecer con unos pétalos como lágrimillas sin explotar, pero que terminaron de llorarse enteros y de secarse de tristes para finalmente, morir. Y se me murieron más matas, sobre todo en el huerto. Que muera una mata es el colmo de los colmos en el tema muerte y el tema botánica. Se aprende matando. Como los médicos.

Mi blog habla de eso: de lo mal y poco que hago, de mis canciones y de lo que planto y agarra. De lo que agarro también hablo y apostaría que es lo que os concita con más ansía, oh, oleada imparable de lectores a la lumbre de estas líneas pero hay poquico que contar. Poco poquísimo. Poco relato tengo pero ya me gustaría daros calceta. El año pasado conocí a una chica que me pregunto por mi número total de novias así de pronto. Bueno, no. Quizá era aún má general. Todas con las que has estado. Algo así. Dime todas con las que has estado. Sin venir a cuento. Interrumpiendo la conversación. Dime todas con las que has estado. Así de sopetón y uno piensa que se refiera la chica al número total de chicas con las que me había acostado a lo largo de mi vida y sonríes, qué remedio te queda. Pues no sé. Unas cuántas, la verdad. Primera cagada, amigo. Lo sueltas medio sonriendo y es una buena cagada. Lo que empezó como una broma se fue complicando hasta que me di cuenta que iba en serio, muy en serio, y que no lo decía por decir, que quería una cifra. Un puto número. Una cifra total de coitos. Me negué. Es algo íntimo, no sé. No llevo la cuenta, es lo siguiente que contesté. Con tono digno, Pues hazla ahora, me dijo ella. Por eso te lo pregunto, añadió. Joder, es la típica mierda que te atrapa y que cuando te quieres dar cuenta tienes el cepo tan clavado que asoma hueso del tobillo. Si más te mueves, más desgarro y si más hablas, más la cagas. Y era una tia que estaba realmente bien o eso pensaba yo hasta entonces. Porque hasta la preguntita de marras, todo iba viento en popa. En su casa. En la playa. Me invitó espontáneamente. La conocí por Tinder. En fin. Qué se puede esperar. Pues eso. Puto Tinder. La desconfianza. Es normal, supongo. Pero ella seguía en sus trece. Coitos, ¿cuántos? No quiero ponerme a pensar, protesté, no es una competición, no es un recuento. Pero no le convencieron nada mis alegaciones y me dijo que eran tantas que no quería ni recordarlas. Hace un año le dije a un amigo, que es también soltero por devoción que nos habíamos liado en noches locas a las que no nos alcanza la memoria con más mujeres de las que no hubiera gustado y en las futuras madrugadas que nos quedan por beber nos liaríamos con muchas menos de las que nos gustaría. Es la condición humana.

Periodismo era otro de los ejes de esto, lo de comentar titulares o programas o artículos... pero en tren en vía muerta. Contra todo pronóstico me apetece escribir ahora más que nunca y me dan arrebatos de volver a enviar artículos o hacer entrevistas. No sé, volver a la brecha. Fueron tan frustrantes y desesperandazores los últimos lances que a uno se le parte el alma de pensar en volver a pisar el albero de la comunicación y el ruedo del periodismo local, que es donde uno se movió, mal y torpemente como con casi todo. No casa demasiado lo del periodismo entre medias de lo de las conquistas, los jardines y lo que canto, y todo mezclado. No pega demasiado pero era la idea original. Por otro lado ningún artículo, ninguna portada termina por ser tan importante como para que no la cambien al día siguiente. Lo del periodismo venía al hilo de la actualidad que pasó a ser tan mosqueante que me desconecté de ella, también me servía a veces para recopilar noticias extrañas o absurdas, eso debería de haberlo continuado. Pero me mata la pereza. Con lo poco que escribo y lo mal que canto, mejor gastar horas ensayando que divagando sobre el moribundo panorama de medios nacionales y las aberraciones informativas con las que convivimos. Pero me apetece escribir.

Lo del blog debe ser sobre todo por eso, porque a veces, solo a veces, me apetece escribir. Y sin tener nada que contar en particular. No me apetece comentar puntos de vista informativos en ese momento o comparar informaciones tendenciosas. O la deriva de sociedad de espectáculo doméstica en la que se ha convertido el medio persona, la aldea global de videos de diez segundos de desgracias o de gatos haciendo monerías, que al final, son derivas o disonancias o ecos o no sé cómo demonios llamarlo, son unidades de pensamiento dispersas que colisionan sin producir energía aprovechable y lo digo así que parece más científico pero que es nada, básicamente. Los científicos se dedican a cometer errores. Lo llaman ensayos pero son errores en cadena. Es su trabajo. Avanzar es equivocarse sistemáticamente. Equivocarse mejor. Equivocarse a posta. Por un motivo. Una buena justificación del error. Que es el fin último. De la existencia, diría, explicar la anomalía en el espacio y tiempo que es nuestra propia y limitada conciencia. Y ponerlo en el blog.

 Es una pena lo poco que escribo aqui, no quería que se me pasase pediros disculpas por lo poco que actualizo, habrá algo más triste que un blog que ves que la última entrada es de hace dos años. Es como: Te cansaste. Acabó, tenía que acabarse de algún modo. Es otro de los motivos, me imagino, no dejarse vencer por el cansancio. A mí me cansa el fondo de gatitos, por ejemplo. Ahora tengo un gatito nuevo. Canelita se llama. Quizá debería poner una foto suya en algún sitio. No las comparto en facebook, quizá debería. Pero creo que no le gusta que le haga fotos. Evita la cámara. No posa. Quita la cara. Definitivamente, no le gusta que le hagan fotos. Por ese motivo, no las pongo en Facebook, porque en algunas sale realmente bien. Sería un imán de likes sin ninguna duda.

Para oirme, y reirme a veces y no precisamente cuando lo releo sino cuando me viene una tonteria a la cabeza y la suelta, vengo poco pero cuando entro me gusta que la tonteria me rebose, que no es así, a diario. Debería hacer más entradas de broma. Pero me pasa que se me va la mano, puedo contar algo que me ha pasado y si hay cierto punto, pues me recreo en detalles y la cosa coge forma y termina por ser gracioso, no sé bien por qué. La forma de contar. Es siempre eso, la forma de contar. De contar todas las chicas con las que has estado, dímelo. Así de primera me entró: Dime el número. Y no supe. Luego hice mis números a solas y no son, ni mucho menos, tantas. A uno le gusta el disfraz de Don Juan pero claramente me queda muy largo de mangas. Unas cuantas decenas, quizá pero no llegan al centenar. Eso no se lo dije a ella que automáticamente se cabreo con el argumento: si no las recuerdas, es que son demasiadas. Qué decir ante eso, joder. Si no las recuerdas es que son demasiadas. Y gesto de no me junto. De no quiero nada contigo. De no me digas nada porque estoy mosqueada ya para toda la tarde y lo que queda de día. Son demasiadas. Si no dices un número y no lo dices rápido, la has cagado. Tres. Eso es un número prudente. O cinco. Y te dirá: solo esas? Y dices, bueno, besado me he besado con más.... Con quince quizá. Y ya está. Ella, contenta y tú, resuelto. Porque en este tipo de respuestas, se te tiene que ver resuelto. Espontáneo. Rápido. Como si lo supieras de verdad. De hecho, como si fuera de verdad.


Si no lo recuerdo, es que fue demasiado. Otro de los motivos de escribir aquí, que sea demasiado. Que se pueda recordar, aunque sea con en el lejano hormigueo de las letras llenando párrafos diciendo poco pero haciendo gruta. Ser demasiado es una extraordinaria vocación. El exceso como guía. Y esa cosa romántica y excéntrica de ir siempre un poco más allá. De un tiempo a esta parte, me ha cansado eso y prefiero concursos en televisión y gachas a media tarde. Con picatostes. Exceso de picatostes. Y ajo frito. A todo lo que puedo le pongo ajo frito. Por supuesto a los huevos que deberían de llevar la cabeza cortada en láminas ya dentro de la cáscara. Ojo, oportunidad de negocio. Huevos con el ajo ya cortado dentro. Lo de los loncheados metidos en plástico tampoco parecía que fuera a pitar tanto hace una década y media. El paso del tiempo. El blog es para constatar el paso del tiempo y ojo, para que el tiempo no pase y para todo lo contrario, para pasar tiempo de las noches en las que no duermo porque si se cumple un patrón es siempre ese, el insomnio. La noche callada. La digestión del ajo frito en la madrugada serena. Y una película de fondo que la escucho como si fuera un serial radiofónico. Y sin es versión original ya ni te cuento. Tengo hambre, cuando te das cuenta son las cinco de la mañana. Y te da hambre. En fin. Me he puesto Rambo 4. No me ando con chiquitas. La oigo de fondo mientras tecleo. Y tengo pan, comprado hoy y tierno. Quizá me haga una tostada mientras Rambo se lia a tiros en Birmania.

Siempre me pasa que me quedo sin saber si he contado lo que realmente quería contar.
Pero bueno.
Para eso está también un blog personal, para quedarse con algo que contar.

Me he quitado del Tinder

























































No se vuelve a la misma ciudad dos veces

No se vuelve a la misma ciudad dos veces. No se vive dos veces el mismo lugar, porque uno se va haciendo viejo pero también y sobre todo, porque lo que nos rodea cambia y no ponderamos nunca lo rápido que se suceden esas transformaciones.  Es como el río de Heráclito pero gobernado no por la lógica de la corriente, la inercia y la gravedad sino con otros intereses nada filosóficos. No hace mucho estuve en Madrid, cuatro días de asueto, me dió tiempo a caminar mucho. No me gusta nada el metro y lo evité mientras pude. Lo de aparcar es una locura. Se parecía poco o nada a la ciudad que recordaba y en la que viví los dos últimos años del siglo pasado. Todo enlosetado, todo peatonal, todo desvirtuado. Los coches eléctricos del futuro no parece que merezcan metros de pavimento, es todo un engaño para construir párkings, eso opino y no cambia o casi no cambia en apariencia. Cuando los coches no contaminen, que es a lo que tiende la industria automovilística, no podremos circular. Me parece un despropósito. Cercar las ciudades a las cuatro ruedas es un error de proporciones históricas, se cierra el paso, el mismo paso que tenían los carros en el Imperio Romano, o sea que eso de que nada cambia, pues no. Hay cosas que cambian. Y cosas que no. Se verá, con los años, que las peatonalizaciones masivas respondían a criterios no mediambientales sino económicos. Eso cambiarán y ustedes, quizá yo no, lo verán. Y otras cosas no cambiarán. Afortunadamente. Nunca espero. No cambiaron en Madrid o al menos en apariencia la calle Pez o el Palentino, al que nunca había entrado o no lo recordaba, y esta vez almorcé un par de botellines, me andé unas cuantas manzanas, volví al Maño en la calle la Palma y es otro por el que si el tiempo pasa lo hace de puntillas, pasa algo parecido en algunos garitos nocturnos con menos luz, a los que también volví,  La Vía Lactea que no cambia ni bombillas o el Tupperware al que entré en la hora feliz y se veía como siempre pero quitando esas breves y felices rutas de madrugada, algo en la ciudad  estaba diferente y lo he notado, no era la misma y da pena, por lo que viejo que es uno sobre todo pero también porque es imposible volver a la Madrid de 1999, y es tan diferente. Madrid 1999. La oscuridad de Malasaña solo la encontré en algunas bocacalles de Lavapies, en Calvario y adyacentes, y bien entrada la noche en las que derivan hacia el rio, no lo sé, una oscuridad especial que antes reinaba en Malasaña y le daba un atractivo reconfortante mezclado con un cierto aire de amenaza, no es la palabra amenaza, probablemente no, pero es precisamente eso lo que quita la gentrificación, lo que se lleva, no sé cómo llamarlo con esta pila de palabras modernos, es el peligro que se lleva, el proceso de domesticación de los vecinos... Tendrá que ver con la renta antigua, el mercado negro, los pisos sobrehabitados y los buscavidas. Cierto aire de crepitud en los inmuebles. Un punto concreto en la especulación. La fase de dejar morir el estuco. De dejar que se deprecie y echarlo abajo. La víspera de la demolición. No es que la nostalgia nos salve de nada, más bien al contrario nos sumerge en mundos idealizados que ya no existen y que, cuando existían, eran mucho menos idílicos de lo que los recordamos. Y más si son memorias de juventud. De estudiante. De un botellón en Tribunal y sus recovecos, de los mejores del país, o de un Lavapies verdaderamente salvaje. Es un término poco dado al urbanismo, el carácter salvaje de las ciudades. Hablo del fin de siglo porque fue cuando me tocó marchar por estudios pero después he vuelto en ocasiones y seguía siendo algo loco. Embajadores y sus cundas, por ejemplo. Ese tipo de vida salvaje que es muy dificil de acotar o controlar. Campo al que no se puede poner puertas pero en vez de tierra, con sombra y asfalto. Con callejón de olor a meado y puta en esquina. Es droga. Es inmundicia. Una coqueta inmundicia. No es decoración, es justo lo contrario. Lo del botellón luego se volvió aún más salvaje en la plaza del 2 de mayo. Sin duda, no es peor que el panorama de lateros de hoy en día que te paran por la calle con la cantinela de cerveza a un euro y venden como si fueran globos. No es peor. Y cuando es nostalgia, de acuerdo. Cuando es el signo de los tiempos, pues que vas a hacer pero cuando lo que subyace es un negocio. Lo de las bicicletas me sorprendió. Un día le dedico una entrada completa a lo de las bicicletas y la puta peatonalización.
Lo peor, las losetas en la plaza de Callao.
Lo segundo peor, la calle Montera sin putas o los bancos sin chaperos y gente extraña en Sol sustituidos por una cola de turistas esperando para hacerse fotos en el oso y el madroño con sus teléfonos móviles, al que por cierto, han cambiado de sitio. A los chaperos y putas que tampoco es que hicieran bonito a decir verdad pero eran parte de esa oscuridad real, de esa amenaza, de ese mundo feo que ahora solo tiene losetas y arbolitos, y bicicletas. Y zonas peatonales.
No se vuelve a la misma ciudad dos veces pero sobre todo porque no hay dos veces para hacer nada, las ciudades solo nos lo hacen ver.
No hay segunda vez.