jueves, 26 de julio de 2012

Munares



Munar es algo más que un nombre. Representa algo más en la política nacional. Una clave: la llave de gobierno. Se puede llamar Munar o Munor, da igual, lo que importan no son ni los nombres ni las siglas, ni siquiera las ciudades o las comunidades autónomas. No es lo relevante en el fondo. Es la llave. Las cerraduras de la ley electoral. El negocio sucio de pactar gobiernos. La parte a puerta cerrada de la política. Munar, en ese aspecto, es el perfecto ejemplo de cómo una situación se desmanda y cae alguien. Cae ella y es casi siempre lo mismo. El argumento: traición de segundos o terceros de a bordo, porque no llegó el total de su parte, porque se quedaron fuera del gran negocio o porque han venido a él a buscarle las cosquillas y apunta hacia arriba para salvarse. Lo que sea. No importa el nombre ni importan los motivos. Munar, Munor o Muner. Un país serio, un país de verdad con madurez democrática y una ciudadanía consciente de lo que hay en juego en el Parlamento impediría a priori que se dieran estas malformaciones en órganos de gobierno. ¿Cómo? Expertos tiene la iglesia pero una reforma de la ley electoral, un sistema que no de lugar a pactos extraños o antinaturales a luz de la ideología o lo que quede de ella, una forma de fiscalizar el rentismo de los socios, una trasparente negociación de compromisos y obligaciones entre políticos aliados, una claridad en los presupuestos que se destinan a cualquier organismo público. No es difícil de hacer. No es tan difícil. Prevenirlo desde antes. Erradicar la posibilidad de que exista una Munar, cortarle las alas a este tipo de negociantes de la política. Tengamos en cuenta que Munar se ha canteado de lo más grande, que no se cortaba en mostrar sus progresos y sus billetes pero los habrá más zorros, o más discretos, o mejor organizados, o simplemente con un entramado que nos les alcanza pero debería avergonzarles y están ahí, están en las instituciones y ganan pastizales. Es el asunto, el problema no es Munar. El problema son los Munares de los que no tendremos conocimiento y están dentro del sistema político, bien por la ley electoral, bien por clientelismo caciquil o por la financiación de los partidos, o la madre que los parió. Pero es fácil, o por lo menos, no es imposible, parar eso. Parar a los Munares, sin necesidad de traidores. Y de que exista el agujero para que alguien le ponga nombre. Da igual el nombre, el caso es que no se puedan hacer agujeros. Del modo que sea, por una serie de filtros, por una intermediación de organismos independientes, por la madre que los parió. Pero que no se pueda hacer, que no se pueda y punto. Que se prevenga el fraude. Se puede hacer. No más Munares.

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