martes, 17 de julio de 2012

Lo que de verdad importa son las ganas

Tengo una canción que dice eso la letra. Que es lo que importa de verdad, que es lo que importa de verdad, son las ganas. Pues eso.
Lo que de verdad importan son las ganas.
Las ganas... Bueno, la letra sigue hablando de ganas en concreto. De ganas de esto. De ganas de lo otro. Lo recupero como concepto de lo que deberían ser las ganas en general. Como todo lo que viene rodeándonos. Llámalo crisis, llámalo cambio de milenio.
Ganas. En general.
Y lo importante, no dejar que nos las quiten. Porque es un batallón, la gente que quita las ganas a los demás. Es más, merecería una entrada, pero no, dejémoslo aquí.


¿Qué mueve a los demás a quitarnos las ganas de hacer cosas?
¿Piensan que en ese modo disuasorio recuperarán sus propias inquietudes?
¿Qué ganan con las ganas de los demás?
La pregunta sería esa: ¿Qué ganas con mis ganas y por qué me las quitas?


La respuesta más probable sería: Porque me da la gana.

No dejéis que eso ocurra. No puede ser. Son instraferibles para empezar y se respira en el ambiente conforme empiezas a hablar y a coger carrerilla. Analizas todas las ventajas y cuando pillas un poco de resuello, el interlocutor ladrón de ganas mete la cuña y suelta la primera contrariedad que podría ocurrir. Y dices: Ya, pero no ocurrirá. Error. Es cierto, no ocurrirá pero discutir con un cenizo es pillar un poco de la sombra de su nube, de modo que es mejor zanjarlo, a sabiendas. Conscientes de que es el único modo de conservar intactas nuestras ganas y que sigan de lo largo con sus peores previsiones o malos augurios. No, gracias. Ni hace falta decir, pues no. Solo mentalmente tomar nota. Vaya, vaya, vaya, estamos ante un robador de ganas, pues ni media palabra más. Y así. Porque es lo que importa de verdad.
Lo único.

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