martes, 31 de julio de 2012

Es fácil no dejar de postear si sabes cómo

Los blogs parece que mueren como los elefantes. No sé cómo mueren los elefantes, nunca he tenido que verlo por suerte pero me lo imagino lento. Lentamente. Los blogs mueren lentamente. Una actualización. Tres meses después, otra. Ves el año. 2009. Nunca más se supo.


No dejan de pasar cosas, eso es evidente. Es fácil hacer una lista. De ideas, de canciones, de enlaces, de películas y simplemente escribir de modo rutinario. Encontrar la voz supongo que es la otra parte crucial de un blog que funciona y respira con normalidad.

Las voces cambian y los blogs se mantienen, los que no son elefantes moribundos. Y viven en la sabana del hipermedia como pequeños omnívoros que comen de lo que pillan y van sacando cuello por encima de las circunstancias. Es difícil para mí al menos hacer distinciones. Prefiero escribirlo todo. Es preferible escribirlo todo.


Llega un momento en el que tienes que dejar a un lado las proposiciones iniciales y aceptar aquello en lo que los blogs se convierten, supongo que es la clave de la perdurabilidad. En cualquier caso hay algo mágico en ello. En la vida de esos blogs, en las entradas, en los momentos, en la sutileza con la que se desliza la vida real y lo que no importa, lo que se imagina, lo que temporalmente te indigna y con el tiempo, ni se recuerda.

Una colección de pensamientos insensatos, impulsos a medio pensar y sensaciones o ideas que están prestas a ser repensadas como mínimo un par de veces. De ese modo se mantiene un blog, y metiendo la cuchara en todos los platos, lo que te interesa, lo que no sabes y te atrae, lo que te descubren, lo que te recomiendan, lo que ves, lo que vives, lo que quieres contar de tu vida. Al fin y al cabo es un blog personal y eso lo justifica todo.


Hoy comí tres bollos rellenos de chocolate. Era una oferta. Tres bollos por un euro. Generosamente rellenos de cocholate, Ha sido un detalle que me ha complacido. Y lo mismo que todos los días se come, todos los días se postea. Ya lo he escrito otras veces en este blog, tengo la teoría de que en las fotos de nuestros perfiles en redes sociales hay que subir platos que uno hace o platos que te sirven. Fotos discretas. Con salsa tampoco demasiado obscenas ni dimensiones que abrumen. Ni platos caros, ni nada en plan superchic. Lo que comes. Es un buen material.

Hacer el blog interesante es otra cosa. Lo de comer es un compromiso y si sueles comer mal, es mi caso, resulta incluso un aliciente preparar recetas que se merezcan una foto. Y así, dia a día, si te atreves con una tarta, si pruebas con una lasaña. El blog engordará a la par que tú, y escribiendo sobre temas intrascendentes que no digo que la comida lo sea, porque no pero así se desaturulla uno.

Los temas en el fondo son lo menos importante y da igual de lo que escribas. Si es lo suficientemente variado, creo que no importa. Los temas son lo de menos. Es posible que te sorprendas tú mismo de releer lo que escribi ni si quiera te interesarán en seis meses pero hoy son importantes. Tonterías del hoy que son importantes, defiendo que es la actitud correcta para que un blog fluya.

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